‘Sex Education’ demuestra que el cerebro de un adolescente no se moldea tan fácilmente

Paul Notelteirs se centra en el infinito. Hoy: Educación sexual en Netflix.

Paul Notelteirs

Una guerra está en pleno apogeo y el campo de batalla es un cerebro adolescente. Una colorida mezcla de extremistas pone el dedo en la llaga: ahora que los adolescentes a veces escuchan que los patrones de género de sus abuelos merecen un asterisco y que las personas LGBT no tienen que arder en el infierno para siempre si demuestran buen comportamiento y moral, ha llegado el momento. Ha llegado, según ellos, más desquiciado que nunca. Apoyados moralmente por algunos académicos, siempre preocupados y nunca transfóbicos, salen a la calle para reclamar las buenas costumbres.

En esa eterna lucha por controlar la vida íntima, resulta tentador huir a un universo ficticio en el que la apertura y la diversidad no son pecados mortales. En Educación sexual, cuya cuarta temporada acaba de estrenarse, los personajes logran superar su vergüenza e inseguridad a pesar de todo. Aunque esto no es evidente para el protagonista Otis Milburn. Es el hijo de 17 años de un terapeuta sexual que, debido a un desafortunado giro de los acontecimientos, ofrece consejos sexuales y sobre relaciones a sus compañeros de estudios. Sus consejos bien intencionados pero torpes conducen a situaciones de la serie que son a la vez cómicas, entrañables y conmovedoras.

Una de las grandes fortalezas de Educación sexual es que los creadores logran abordar una amplia gama de cuestiones relacionadas con el género y la sexualidad sin volverse condescendientes. Los personajes se buscan a sí mismos y se siente natural cuando tienen preguntas sobre la pornografía o los orgasmos. La serie no es una simple adaptación cinematográfica de la sección ‘Sexo, mente y cuerpo’ Yippee, pero se centra en gran medida en la diversidad y no evita la complejidad. Las escenas en las que un adolescente paralizado busca placer sexual o en las que un joven estudiante aprende a afrontar las consecuencias de una agresión sexual se encuentran, no casualmente, entre las más impresionantes de toda la serie.

La cuarta serie marca el final de Educación sexual y tal vez eso sea algo bueno. La fórmula ya no sorprende tanto como en los primeros días y el reparto es ahora tan numeroso que algunos personajes quedan atrapados en subtramas sin sentido, mientras que a otras historias se les da muy poco espacio para respirar. El nuevo escenario en una escuela más progresista también añade menos de lo esperado, pero aun así la serie mantiene su corazón en el lugar correcto. Las sinceras actuaciones hacen que sea difícil no simpatizar con los personajes principales y Educación sexual Merece, sobre todo, elogios por su petición de seguir hablando.

En tiempos en que ciertos grupos de la sociedad quisieran retroceder sesenta años en el reloj, resulta tentador intimidarse y guardar silencio. Pero el éxito de Netflix demuestra que el cerebro de un adolescente no se moldea tan fácilmente.

Educación sexual ahora está disponible en Netflix.



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