Serie A con barras y estrellas: propiedades estadounidenses conquistando clubes italianos

Stephen Pagliuca, nuevo patrón del Atalanta y copropietario de los Boston Celtics, es el último en orden de tiempo. En los últimos años, los inversores estadounidenses adinerados, incluidos los fondos, han elegido nuestras ligas (también B y C) para sus inversiones.

Pues sí (y perdonen la rima obvia): fútbol italiano, quieres ser americano. Oprimidos por las deudas, estrangulados por las cuentas del club en rojo, abandonados por los Berlusconi y los Moratti (sólo los Agnelli se mantienen fieles a lo largo de los siglos), con una Serie A reducida a recoger el más pequeño trozo del pastel internacional de derechos televisivos, el balón de casa nuestro busca nueva vida en los inversores extranjeros. Llegan en masa, atraídos por un precio de compra generalmente más favorable que el que se les pediría en otros países y, por lo tanto, por probables márgenes de crecimiento que no se pueden lograr en otros lugares. En A, 9 de 20 clubes son de propiedad extranjera; siete de ellos son estadounidenses: Atalanta, Fiorentina, Génova, Milán, Roma, Spezia, Venecia. Queda fuera el Bologna, pero el canadiense, luego el norteamericano y el Inter chino de Zhang. Los empresarios de barras y estrellas también miraron a B (Parma, Pisa y Spal) y C (Cesena). Un interés, el de EE. UU., desarrollado sobre todo a la vuelta de la pandemia, aprovechando ventajosas condiciones económicas de compra por la recesión por el Covid, y a raíz del arraigo que ha tenido el fútbol europeo sobre los pioneros que cruzaron el océano para colonizar nuestros territorios, un poco como lo hicieron sus antepasados ​​en Occidente. 2005, el año en el que los hermanos Glazer inauguraron lo que hoy se ha convertido en moda con la compra del Manchester United, realmente parece pertenecer a una época pasada.



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