S tViolencia omnipresente cuando aún eres pequeño. no es solo lo peor que le puede pasar a una criatura indefensa.
es un hecho irreversible lo que obliga inmediatamente a aquellos que aún no tienen las herramientas para reelaborar lo sucedido a tomar una decisión fundamental: libérate, díselo a alguien o lleva esa carga sobre tus hombros.
Lo estuve pensando estos días cuando está en el punto de mira la historia de jóvenes gimnastas obligadas a sufrir abusos e imposiciones por parte de sus entrenadores.
Es increíble lo tranquila que ha sido esta historia hasta ahora, un silencio que pone en entredicho, además de los responsables directos, a los padres que estaban al tanto de lo que estaba pasando.
Sin embargo, este no es siempre el caso. A veces, sobre todo cuando la violencia se ejerce en el ámbito familiar, que corresponde al 80 por ciento de los casos de vejaciones, el niño opta por callarse con todo el mundo.
Lo que impulsa a una criatura a tomar una decisión tan desafiante y lo que esto implica para el resto de su vida es el tema de No le digas a nadienovela cautivadora de Gabriella Carmagnola, recién lanzada en la librería (Guía del editor).
La protagonista, Lucía, nacida en el seno de una familia de la acaudalada burguesía lombarda, encuentra en casa a su verdugo que la violenta en lo que en un principio parecía un juego.
Ella elige quedarse callada. Pero la carga que decide asumir crece con los años.mientras que la conciencia del abuso se convierte en miedo, ira, deseo de venganza, que descargar a otros. Y sobre todo de ella misma.
Lucía podrá canalizar esta energía negativa hacia una carrera exitosa., entre altibajos, desafiando a todos al alza y siempre arriesgando por su cuenta. Pero es en las relaciones humanas donde más tendrá que trabajar para recuperar la confianza en los demás, que muchas veces se pone a prueba.
La protagonista lo logrará enfrentándose a un camino que la devolverá a la luz, en una especie de renacimiento. que la sacará de la matriz otra vez.
Recomiendo este libro, para ser leído hasta la última línea, a cualquiera que aún no haya cortado el cordón umbilical con su sufrimiento, a cualquiera que guarde silencio, a cualquiera que no deje de preguntarse por qué.
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