Se debería pedir a los ciudadanos que hicieran más en la política del Reino Unido


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El Reino Unido tiene un nuevo gobierno, con una gran mayoría, pero sólo un poco más de un tercio de los votantes lo eligieron. Además, ha llegado al poder en un país que ha perdido la confianza en la política democrática: una encuesta reciente del think-tank independiente Demos muestra que “el 76% de la gente tiene poca o ninguna confianza en que los políticos tomen decisiones que favorezcan los intereses de los ciudadanos del Reino Unido”. Se trata de una crisis para la política democrática, no sólo para los políticos. Es en esos mares de desconfianza donde los demagogos ejercen su oficio de chivos expiatorios y falsedades.

A Sir Keir Starmer le resultará difícil cambiar la marea de descontento. Las promesas que hizo imprudentemente en su camino hacia el poder, he sostenido, harán que sea aún más difícil crear la combinación de desempeño y confiabilidad que se necesita desesperadamente. Muchas cosas deben cambiar, entre ellas la forma en que el país se gobierna a sí mismo. Un gobierno centralizado que dependa de una administración pública profesional no será suficiente. Se debe pedir a los ciudadanos que participen más profundamente. Eso podría mejorar no sólo la forma en que se gobierna el país, sino también la forma en que se percibe que se lo gobierna.

En un excelente “Libro blanco de los ciudadanosDemos describe la revolución necesaria de la siguiente manera: “No sólo necesitamos nuevas políticas para estos tiempos difíciles. Necesitamos nuevas formas de abordar los desafíos políticos que enfrentamos, desde las misiones nacionales hasta la formulación de políticas cotidianas. Necesitamos nuevas formas de entender y negociar lo que el público tolerará. Necesitamos nuevas formas de recuperar la confianza en los políticos”. En resumen, afirma: “si el gobierno quiere que la gente confíe en él, debe comenzar a confiar en él”.

El objetivo fundamental es cambiar la percepción del gobierno, de algo que los políticos y los burócratas nos hacen a una actividad que no involucre a todos, lo cual es imposible, sino a gente común elegida por sorteo. Esto, como he señalado, sería el principio del jurado introducido en la vida pública.

¿Cómo podría funcionar esto? La idea es seleccionar grupos representativos de personas comunes afectadas por políticas para que participen en debates oficiales sobre problemas y soluciones. Esto podría hacerse a nivel de gobierno central, descentralizado o local. A los participantes no solo se les pediría su opinión, sino que participarían activamente en la consideración de los problemas y en la formulación (aunque no en la toma) de decisiones al respecto. El documento detalla una serie de enfoques diferentes: paneles, asambleas, jurados, talleres y conversaciones comunitarias más amplias. Cuál sería el más adecuado dependería de la tarea.

¿Qué se podría hacer para que esto se haga realidad en el Reino Unido? El documento describe con ambición los siguientes seis pasos para los próximos 100 días: anunciar paneles emblemáticos que se incorporarán a las cinco juntas de misión del gobierno (para el crecimiento, la energía limpia, el delito, las oportunidades y el NHS); crear un grupo permanente de ciudadanos del que las juntas de misión y los departamentos puedan sacar partido; crear un centro de conocimientos especializados sobre participación en el gobierno; anunciar un programa de asambleas emblemáticas de ciudadanos; crear mecanismos para la formulación de políticas participativas dentro del gobierno, como la formación y el apoyo; e implicar a los ciudadanos en las audiencias de los comités parlamentarios selectos.

Gráfico de barras de motivadores para participar en un ejercicio de participación pública por parte del gobierno (%) que muestra que las personas podrían participar por muchas razones, incluida su preocupación

A largo plazo, sugiere, podría haber tres pasos más: crear un deber de considerar la participación; involucrar a los ciudadanos en el escrutinio de la legislación pasada; y crear un mecanismo independiente que regule cómo podría funcionar todo esto.

Evidentemente, esto marcaría un gran cambio en el funcionamiento del gobierno. También costaría dinero, aunque menos de 31 millones de libras al año en el primer año, según el documento, lo cual es insignificante en un gasto total de 1,2 billones de libras. Los procesos llevarían más tiempo y serían más complejos. Por lo tanto, la pregunta es si serían mejores que los actuales.

No podemos saberlo sin intentarlo, pero hay razones poderosas para ello, todas ellas expuestas en el documento. En primer lugar, la gente común tiene una experiencia vivida de la que carecen los ministros, los funcionarios públicos y el conjunto habitual de expertos. Al participar, pueden llevar este conocimiento al corazón de la toma de decisiones. En segundo lugar, al debatir sobre cuestiones complejas e interrogar a testigos expertos, los organismos ciudadanos pueden alcanzar un cierto grado de consenso sobre cuestiones enormemente controvertidas, como los controles de planificación, el “cero neto”, las prisiones, la inmigración y la muerte asistida. Esto podría ayudar a orientar al gobierno en esos asuntos.

En tercer lugar, y más importante, la participación de la gente común podría hacer que el público sienta que el gobierno ya no es algo que sólo realizan figuras remotas, sino que es algo en lo que también participan personas como ellos.

Si pudiéramos creer con certeza que la democracia representativa actual es un gran éxito, no sería necesario considerar nada de esto. Pero no es así. Así debería ser ahora.

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