Como jugador, el de Bari brilló en los rojiblancos de Materazzi y en la Fiorentina argentina. Como entrenador lanzó muchos campeones, empezando por Vlahovic.
El mango de una escoba sostenido como una guitarra, los mejores éxitos de los 90 cantados a todo pulmón en los vestuarios. El director de orquesta, en el Bari de Giuseppe Materazzi, siempre fue él: Emiliano Bigica, líder dentro del campo y sobre todo fuera de él. Capitán en la Serie A con apenas veinte años, pero también en aquel Europeo sub-21 ganado en 1994 por la Italia de Cannavaro, Vieri y Pippo Inzaghi. Tras el despido de Dionisi, Sassuolo encontró en casa al barquero que necesitaba.
CAPITÁN A LOS VEINTE AÑOS
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Entrenador del Neroverdi Primavera desde 2020, Bigica, de 50 años, es una institución del fútbol juvenil italiano. En 2017 llegó a la final del Allievi Nazionali con el Empoli, luego dirigió la selección italiana sub 17 de Kean y Raspadori y, con Corvino, la Fiorentina Primavera de Vlahovic. El secreto de su éxito, primero como futbolista y luego como entrenador, reside en su forma de entender el balón: un juego divertido, que se debe afrontar con una sonrisa, centrado en la fuerza del grupo y el espíritu de sacrificio. Lo entendió desde el principio Beppe Materazzi, que conoció a Bigica en Bari en el verano de 1993: el técnico había regresado a Puglia hace unos meses, mientras Emiliano, centrocampista de 19 años, regresaba de su cesión al Potenza de la Serie C. Los rojiblancos necesitaban un nuevo jugador capitán y Materazzi, sin pensarlo dos veces, eligió a aquel chico que creció en la cantera del club. Al final de la temporada, el Bari, liderado por Protti y Tovalieri, obtuvo el ascenso a la Serie A, seguido de un campeonato que acabó en la duodécima posición de la clasificación.
EL GATO Y EL ZORRO
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La aventura de Bigica, de Bari, en el equipo de su ciudad duró apenas dos años: la oferta de la Fiorentina se consideró indispensable y el joven capitán pasó a la cancha de Batistuta. Massimiliano Tangorra y Carmine Gautieri, compañeros rojiblancos, aún recuerdan los dos años que pasaron juntos: “Para el papel que desempeñó, Emiliano no estaba muy estructurado. Físicamente era bastante delgado y por eso, ya de niño, comprendió que para alcanzar ciertos niveles tendría que trabajar el aspecto mental -esta es la memoria de Max-. A nivel individual, centró todo en la ética de trabajo, convirtiéndose inmediatamente en un ejemplo de profesionalismo y constancia en la formación. Era respetado por todos y rápidamente se convirtió en un referente en el vestuario. Así que, aunque era el más pequeño del grupo, podía permitirse hacer una broma tras otra…”. En el Bari de Materazzi, Tangorra y Bigica eran… el gato y el zorro: “Yo era el zorro, porque inventaba los chistes. Él era el gato, porque los interpretaba a la perfección”. Quienes pagaron el precio fueron Materazzi, obligado a alzar la voz para frenar las risas durante las reuniones técnicas, o el propio Gautieri, que se vengó durante los torneos de scopone: “Bigica era una pareja constante con Anderson, yo me escondía detrás de ellos y yo Revelé las cartas a mis oponentes. Cuando me descubrieron, tuve que esconderme en los pasillos del hotel…”. Fútbol de otra época. “Entre karaoke y bromas, si hubiera existido TikTok, nuestro equipo habría sido el más seguido en Italia…”.
CASADO GRACIAS… A BATIGOL
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Las cualidades de Bigica no pasaron desapercibidas ni siquiera en Florencia, donde Emiliano era el base y Rui Costa jugaba en el centro del campo ofensivo. El 4-3-1-2 de Ranieri y la Viola de Malesani representa la principal fuente de inspiración para el técnico Bigica, que también utilizó el 4-3-2-1 y el 4-2-3 con el Sassuolo Primavera -1. En Toscana fue compañero habitual de Batistuta, quien desafía al técnico al pádel cada vez que regresa a Italia. Fue a través de Batigol que Emiliano conoció a su esposa: Gabriel tenía una amiga peluquera, Rosario, quien le presentó a la mujer de su vida. La aventura con la Fiorentina continuó durante cuatro temporadas, pero inmediatamente después Emiliano tuvo que lidiar con problemas musculares que lo acompañaron hasta su retirada en 2007. Entre medio están las experiencias, entre otras, con el Nápoles y con el Salernitana, donde jugó Bigica. con Checco Palmieri, ahora responsable de la cantera del Sassuolo.
VLAHOVIC Y PIOLI
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El propio Palmieri, en el verano de 2020, puso un fuerte foco en las cualidades humanas de Emiliano, que se convirtió en entrenador del Neroverde Primavera tras ganar la Copa de Italia con la selección Sub 19 de la Fiorentina. En cambio, fue Pantaleo Corvino quien lo trajo de regreso a Toscana, quien le confió a Emiliano la tarea de sacar a relucir el talento cristalino de Dusan Vlahovic. ¿El resultado? Veinte goles en veintidós partidos, con el ascenso al primer equipo conseguido por el serbio y… errado por Emiliano. En abril de 2019, tras la derrota en casa ante el Frosinone, Pioli dimitió y Corvino se burló de la posibilidad de confiar en Bigica hasta final de temporada. Al final Pantaleo se decantó por Montella y la Serie A siguió siendo un sueño para Emiliano. La llave para abrirlo se la dio Sassuolo, cinco años después, confiando en el bari en un momento de dificultad. A sus 50 años, como cuando tenía 20, el técnico tendrá que hacer lo que mejor sabe hacer: llevar serenidad y conciencia al vestuario de Neroverdi.
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