Santiago Abascal, potencial rey de la extrema derecha española


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Santiago Abascal, líder del partido de extrema derecha español Vox, repitió una pregunta a sus rivales con mordaz intensidad. “¿Qué es una mujer?” preguntó en un debate preelectoral. Para Abascal, un nacionalista ultraconservador que probablemente esté al borde del poder compartido en las elecciones de este fin de semana, fue una forma de fusionar dos marcas registradas de Vox: una guerra cultural por el género y el alarmismo por la seguridad.

“Si crees que un hombre que se percibe a sí mismo como mujer es una mujer”, dijo, “entonces estás equivocado. Estás muy equivocado y pones en riesgo a las mujeres”. En su punto de mira estaba una ley de derechos de las personas transgénero, aprobada por el gobierno socialista de Pedro Sánchez, que para Abascal simboliza el arrogante desapego del primer ministro de la mayoría de los votantes.

El líder de Vox, de 47 años y barba majestuosa, combina la grandilocuencia infernal con una broma afable en la campaña electoral, donde se presenta como un político que entiende a la gente. Desde que tomó el control del partido en 2014, lo ha llevado de la oscuridad a una fase de crecimiento de votantes “tímidos” a una en la que sus partidarios se enorgullecen de proclamar su apoyo. Vox fue el tercer partido más popular en las elecciones locales de mayo y lucha por repetir la hazaña.

Las encuestas indican que el ganador del domingo será el conservador Partido Popular, ridiculizado por Abascal como una parte corrupta y débil del ahora desaparecido sistema bipartidista de España. Es probable que su líder, Alberto Núñez Feijóo, necesite el apoyo parlamentario de Vox para asegurar la mayoría absoluta necesaria para asumir el cargo, a pesar de que dijo que preferiría evitar una coalición. Entonces España se pregunta: ¿qué quiere Abascal?

Uno de los objetivos es derogar el proyecto de ley transgénero y una ley sobre violencia de género que, según Abascal, “traicionan y borran a las mujeres”. Pero su impulso por el cambio se extiende mucho más allá. Él descarta la angustia por el aumento de las temperaturas como «fanatismo climático» y quiere quemar más combustibles fósiles. Vox también pide un bloqueo naval contra las embarcaciones de inmigrantes y ha advertido de una “invasión musulmana” en sus campañas contra la inmigración. Quiere desechar las leyes que han cimentado los derechos LGBT+, ampliado el acceso al aborto y despenalizado la eutanasia.

Pero el tema más constante en la vida de Abascal es la hostilidad hacia los separatistas que buscan romper con España. Nacido en Bilbao en 1976, creció en el País Vasco en los días más oscuros de la violenta lucha por la independencia de ETA. Su familia estaba bajo amenaza permanente porque su padre era un político ferozmente crítico con el grupo terrorista. El negocio familiar, una tienda de ropa en Amurrio, fue destrozado e incendiado en varias ocasiones.

“En lugar de callarnos, acudimos a la prensa cada vez que nos atacaban. Porque había que denunciarlo. Y cuanto menos callábamos, más nos atacaban”, dijo una vez.

Abascal recuerda ver a los guardaespaldas revisar el auto familiar en busca de bombas antes de salir de la casa. Cuando tenía nueve años, Eta mató a tiros al cartero del lugar, amigo de su padre. “Eso puso mi vida en el camino hacia la política”, dijo.

En la universidad estudió sociología, despotricando contra el nacionalismo y su uso de mitos, incluida la cepa vasca. Citó al filósofo Karl Popper en su disertación, diciendo que el nacionalismo “halaga nuestros instintos tribales, nuestras pasiones y prejuicios”.

“Todo lo que critica del nacionalismo vasco lo ha reproducido en el nacionalismo español”, dice Miguel González, autor de Vox inc., un libro sobre la fiesta. “O es un cínico o tiene memoria de pez dorado”.

Abascal se unió al PP, pero en 2013 formó parte de un grupo que abandonó el partido para fundar Vox, disgustado por la corrupción y luego por el primer ministro Mariano Rajoy por no adoptar una línea más dura contra los separatistas. José Luis González Quirós, otro fundador de Vox, dijo que el objetivo original era presionar al PP para que cambiara. Pero cuando Abascal tomó el control, puso al partido en un camino diferente.

“Abascal es un tipo astuto y ambicioso”, dice González Quirós. “Vio una oportunidad en que la derecha había dejado de lado a parte de su público, y se instaló para aprovecharla”.

Para mantener vivo a Vox, Abascal recibió donaciones de grupos católicos de línea dura que se oponen al aborto y al matrimonio homosexual. El gran avance del partido se produjo en 2017 cuando un impulso catalán por la independencia estalló en un referéndum inconstitucional, galvanizando la oposición al separatismo en el resto de España y enviando a los votantes al partido.

Vox tiene sus propias facciones internas. En política económica, sus liberales a favor del mercado no están de acuerdo con sus proteccionistas e intervencionistas estatales. Alguno Voxistas se irrita cuando se describe el partido como un retroceso a la dictadura de Francisco Franco, pero Abascal ha dicho que hay un lugar en el partido para «otros que defienden el trabajo de Franco».

Desde las elecciones de 2019, ha permitido que quienes se preocupan por las fronteras cerradas y el catolicismo ganen ascendencia. Ha intentado suavizar algunas aristas en la presente campaña, pero donde Vox ya está en el poder con el PP en el gobierno local ha eliminado los departamentos de medio ambiente e igualdad y prohibido las banderas LGBT+ en los edificios públicos.

Cuántos votos gane Abascal el domingo determinará si tiene que hacer concesiones para gobernar con el PP a nivel nacional, o si Vox dictará la ley. Cuando un votante lo instó a “arreglar las cosas” en una visita a un mercado, respondió: “No va a ser fácil. No te voy a engañar como a los demás.

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