Rusia está sopesando los costos y beneficios de las represalias


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El autor es el director del Programa de No Proliferación de Eurasia en el Centro James Martin de Estudios de No Proliferación.

El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, presentará su “plan de victoria” para poner fin a la guerra de Rusia contra su país durante una visita a Estados Unidos esta semana. Es probable que un elemento central del plan sea la exigencia de que la administración Biden elimine los límites al uso por parte de Ucrania de los sistemas de misiles tácticos del ejército (ATACMS) para atacar profundamente a Rusia. Kiev sostiene que los ataques de largo alcance le permitirían destruir la infraestructura logística, los aeródromos y las posiciones de artillería y cohetes de Rusia.

El debate sobre la conveniencia de permitir que Ucrania lleve a cabo esos ataques no sólo depende de su utilidad militar, sino también de opiniones divergentes sobre los riesgos de represalias rusas. Algunos sostienen que la actual ofensiva ucraniana en el Kursk y sus recientes ataques con aviones no tripulados contra grandes depósitos de municiones rusos son la prueba definitiva de que las líneas rojas de Rusia son una quimera. Otros temen que, si los misiles ATACMS o Storm Shadow británicos cayeran sobre territorio ruso, Moscú escalaría el conflicto horizontal o verticalmente. Podría ampliar el alcance geográfico de las hostilidades con Occidente, por ejemplo, ayudando a los hutíes a atacar el transporte marítimo en Oriente Medio, o acercarse un poco más al uso de un arma nuclear en Europa.

Pero Rusia se enfrenta a sus propios dilemas a la hora de sopesar cómo y dónde tomar represalias. Una ayuda seria a los hutíes le costaría a Moscú sus relaciones con terceros países (principalmente Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos), que han sido importantes para su supervivencia económica en tiempos de guerra. La coordinación con los estados árabes del Golfo en la OPEP+ ha dado a Rusia influencia sobre el mercado petrolero, y los Emiratos Árabes Unidos han surgido como un conducto crucial para los esfuerzos rusos por evadir las sanciones occidentales.

Una importante transferencia de armas a los hutíes no sólo podría irritar a los líderes del Golfo, sino también a Xi Jinping: China obtiene la mayor parte de su petróleo de Medio Oriente y sus barcos ya han sido atacados en el Mar Rojo, a pesar de las promesas de los hutíes de un paso seguro.

Una escalada vertical contra los aliados de Ucrania no conllevaría los mismos riesgos de irritar a los socios no occidentales de Rusia. Si el gobierno de Biden levanta su veto a los ataques de largo alcance ucranianos, Rusia podría ampliar sus operaciones de sabotaje, espionaje y desinformación en Europa.

También puede buscar otras formas de avivar los temores de una guerra nuclear. Tras haber amenazado verbalmente con un apocalipsis nuclear una vez más, Moscú ahora está preparando una actualización de su doctrina nuclear oficial (presumiblemente para reducir el umbral de uso), al tiempo que insinúa ocasionalmente que podría realizar una prueba. Pero, una vez más, este tipo de escalada vertical no es gratuita para Moscú. Corre el riesgo de poner nervioso no sólo a China sino a los muchos “desposeídos” nucleares del “sur global” –países a los que Rusia corteja en su cruzada por un orden internacional posoccidental– sin lograr realmente su objetivo de disminuir el apoyo a Ucrania.

Los Estados occidentales no son los únicos que se enfrentan a dilemas mientras analizan sus próximos pasos en Ucrania. Es posible que existan costos adicionales (y beneficios inciertos) que eviten que Rusia opte por una escalada horizontal o vertical seria, especialmente porque Vladimir Putin sigue teniendo plena confianza en las perspectivas de una victoria de Rusia en Ucrania a mediano plazo.

Esto no significa que una escalada horizontal esté descartada ni que no exista un punto de último recurso nuclear: si Rusia percibe que está en desventaja en Ucrania de maneras que le causan seria preocupación, los factores que actualmente deberían pesar a favor de la moderación de repente podrían volverse menos importantes.

Reconocer que Putin enfrenta limitaciones a la hora de considerar opciones para una escalada de la violencia no debería ser motivo para trivializar el impacto acumulativo que sus acciones aún tendrán. Los avances de Rusia en la escalada de la violencia aún la convierten en la partera de un entorno nuclear global más peligroso.



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