Incluso en su décimo álbum lleno de psicodelia de big beat cálido y contundente, los hermanos se niegan a descender del altiplano.
Los días de los block rocking beats quedaron atrás: The Chemical Brothers presionaron el botón mainstream por última vez en 2005: “Galvanize” fue el último gran hit o el primero del efímero género post-big beat. Erol Alkan y Ed Banger de París rápidamente se hicieron cargo de la interfaz entre el rock y la electrónica. Y, sin embargo, prácticamente inauditos por las masas – con la excepción del Reino Unido, donde los LP de Tom Rowland y Ed Simons siempre figuran en lo más alto – los dos nunca han dejado un alto nivel.
Su décimo álbum de estudio (obviando la banda sonora de “Hanna”, que de por sí no es despreciable) no es una excepción. Al contrario: canciones como la eufórica “Live Again” (con Halo Maud) se encuentran entre las cosas más frescas que los hermanos jamás hayan grabado. Puedes seguir saltando con la loca línea de bajo intermitente de “No Reason” en sets futuros después de “Go”. Ambos también se desahogan en el colorido mundo que una vez crearon para ellos mismos, están felices por la abundante cosecha y pasan junto a las flores que crecen tan increíblemente altas.
Disfrutan de sus costumbres, honran la psicodelia de los 60, el breakbeat de los 80 y el etnotrance de los 90 y demuestran su propia influencia en héroes de los años noventa como MGMT y Empire Of The Sun con “Skipping Like A Stone”, al que se une el invitado habitual Beck. La canción principal de cierre (también con Halo Maud) sigue la tradición de temas after-hours que rompen la resaca como “Where Do I Belong” y “Asleep From Day”. Nos gustaría agradecer a Ed y Tom por no reclamar este paraíso creado por el hombre exclusivamente para ellos, sino más bien, comprometidos con el espíritu comunitario del techno, por permitirnos compartir el sentimiento que le da el título.