Rens Essinger, de once años, prefiere sentarse en el molino moliendo grano que jugar detrás de su pantalla. En Lieshout están muy contentos con el amor de Rens por el molino. Su padre también se entusiasmó y obtuvo el diploma de molinero. El futuro de este monumento nacional parece estar ahora en buenas y jóvenes manos.
En Lieshout tienen dos molinos que son monumentos nacionales. Rens, de once años, es un habitual del molino De Leest. “El año que viene cumpliremos 125 años”, dice orgulloso Rens en el programa Omroep Brabant Brabante Buske.
Rens visita el molino desde que tenía tres años. No puede esperar hasta poder empezar a trabajar él mismo como molinero. Al igual que para el permiso de conducir de un automóvil, primero debe cumplir dieciocho años. “Pero puedo hacer el examen a los diecisiete años, así que puedo empezar inmediatamente en cuanto llegue mi cumpleaños”.
“Les digo que esto es real y no virtual”.
Sus amigos no entienden del todo la fascinación por los molinos de viento. “Les hablo de la tecnología que hay detrás de hacer harina a partir de un grano de trigo, con la ayuda del viento y de las piedras de molino. Les digo que esto es real y no virtual y que como mucho te irritas cuando no hay viento durante días”.
A pesar de todos esos argumentos, no convence a sus amigos para que también ayuden en el molino. Convenció a su padre.
Inspirado por el entusiasmo de su hijo, obtuvo el diploma de molinero. “Es maravilloso hacer esto juntos. Mejor que estar parados junto al campo de fútbol un sábado lluvioso”.
Los Brabante Buske visitaron a Rens en “su” molino: