Cquerida Ester,
Te escribo desde el vacío de estos veinte años a los que no encuentro sentido (o tal vez sea sólo enero, el año nuevo, la incertidumbre, ¿qué dices?) Vivo en Milán desde hace un mientras, donde frecuento la universidad externa. En el plano sentimental: poco o nada. Dejado por el Gran Amor entendí que el Gran Amor no existe, o al menos no es momento de pensar en ello, porque no entro en la categoría de los afortunados que lo toman y nunca lo sueltan, evidentemente. De hecho, tras él, ninguna implicación (algunas secuelas con el citado Grande en las que depositaba bastantes esperanzas, la verdad, pero bueno).
Entonces, de forma extraña, se coló en mi vida S., por quien también me sentí dispuesto a hacer algunas estupideces (e incluso hice algunas). Flores, atenciones, palabras bonitas, algunos escalofríos, muchas sonrisas tontas y, sin embargo, siempre ha habido algo que no me convenció. S. Es muy diferente a mí, con hábitos y pasiones muy alejadas de las mías; Ni siquiera es “mi tipo” de cara, de esas de las que dices: tiene encanto (al menos así lo veo yo). Lo habría atendido, incluso sin compromiso, habría mantenido la situación con calma, pero para él era dentro o fuera. Y si te apuntas es para construir. La palabra me pone ansioso. ¿O tal vez no quiero?
En definitiva, ¿estoy pidiendo demasiado? ¿Soy insaciable? ¿Cuál es mi problema? ¿Será que no soy apto para hombres?
Tranquilízame, o dime que soy estúpido, y que veinte años es poco tiempo para todo (qué rabia).
Gracias. Abrazos,
v.
La respuesta de Ester Viola
Estimado v.
Existe todo este nuevo protocolo de aceptación y el panorama socioamoroso que emerge es el siguiente:
¿Nunca lo ves? Está bien.
¿Se escriben simplemente el uno al otro? Está bien.
¿No eres exclusivo, en el sentido de que cada uno hace lo que quiere y todos están contentos?
Está bien.
¿Te hace sentir mal incluso cuando te hace sentir bien? Está bien.
¿Situación? Está bien.
En tiempos pasados (anteayer) era un poco más fácil. Ama ese trabajo y ama el que no. Verde y azul. En cambio, nos tocan amores quién sabe, amores de zona gris. Amores de posibilidad, amores de “a ver qué pasa”, amores de confianza, amores posfechados, amores de lotería, amores de tarot.
Para mí la desgracia más grande fueron los amores-te-cambio, los amores-te-cambio, los amores-tú-eres-el-pendejo-de-siempre-de-antes. Me fue bien.
No hace falta confirmación: veinte años es poco tiempo para todo. Exceptuando los programas, V.
Programas para el futuro. Ahí hay que prepararse, ser preciso, tenerlo. Mi abuelo siempre tenía una palabra para cada mal humor: estudiar. Tan pronto como sepas responder a la pregunta “¿dónde quiero estar dentro de diez años?” (“con quién”, pero la vida decidirá, otra cuestión difícil de explicar), automáticamente te liberas de la tarea de preguntarte “¿me siento triste?”.
En cuanto a los cinco minutos de pucundría, que son el motivo de tu carta, esos
ellos van y vienen. Pero no tú. Tú quédate.
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