Recuperando la musicalidad vacilante del día a día de la mujer, entre alegrías, caricias y pequeñas obsesiones. El exitoso experimento de un autor que oscila libremente entre la poesía y la prosa


Serena Dandini (foto de Gianmarco Chieregato).

L‘Lo había guardado como un buen dulce que no se come enseguida sino que se espera el momento ideal para disfrutarlo al máximo. Hasta un libro puede ser un premio, si sabes elegir el día adecuado para degustarlo. Y así fue.

Ya les había hablado de esta talentosa y sorprendente autora en una columna anterior pero en su momento era su libro de poemas, 50 intentos de suicidio más 50 objetos contundentesahora en cambio Alessandra Carnaroli comienza en prosa con La furia (Solferino), en la hermosa serie Pavoni editada por Teresa Ciabatti.

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La furia es un libro pero también una sesión musical “agramatical”, una inmersión en la contemporaneidad de nuestras vidasque a su vez, como las voces del libro, no tienen una tendencia regular sino que vacilan y cambian de estilo y color día tras día, expuestas al dolor, a los sobresaltos y a las alegrías inesperadas (muchas veces más sobresaltos que alegrías).

Sin embargo, para ser honesto, la prosa y la poesía son categorías abstractas para este autor, totalmente insuficiente para definir su estilo. Alessandra Carnaroli simplemente escribe, y nos deja a los lectores la total libertad de leerlo todo de una vez, sin tener que enjaularlo a toda costa en un género predefinido.

“La furia” de Alessandra Carnaroli (Solferino).

«Tenía que escribir un libro que hablara de cómo vivimos las mujeres, de quién nos hace daño y quién nos hace bien, de las mujeres que están bien y de las que sufren, de la violencia de ciertos hombres y del amor de otros…».

Para poner las cosas en orden, si es posible, Miranda es la protagonista de estas historias que se entrecruzan tanto que se convierten en un coro polifónico en el que nos reconocemos descubriendo nuestras heridas y debilidades pero también todas las bagatelas cotidianas que nos aquejan o, peor aún, captan obsesivamente nuestra atención.

Carnaroli es un gran observador, un voyeur experto de la vida ajena y de la crónica más miserable que ahora define nuestro paso por la tierra. La fuerza narrativa de Carnaroli está en los detalles -se sabe que en los detalles se esconde el diablo- pero son ellos los que hacen que las historias sean fascinantes.

El autor también tiene otra arma infalible para amalgamar todo lo que es la ironía., especialmente la autoironía que da alas a cualquier contenido dramático. Así que sólo podemos dejarnos atrapar por el flujo de pensamientos que vuelan por el papel, libres de puntuación canónica y tranquilizadora, y créeme que no te importará porque como yo ya estarás dentro del libro y no querrás salir.

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