La superestrella brasileña, cuarta en la viga pero dorada en la cancha, venció a Biles: la historia de una campeona de gimnasia que ganó la batalla contra la pobreza absoluta
El cuerpo es suyo, puede hacer con él lo que quiera. Y lo usa para encantarnos, para decirnos que la libertad importa más que cualquier otra cosa. Rebeca Andrade continúa su viaje hacia la belleza. Vale la pena seguirlo, elegir hacerlo es un acto de alegría. “Saber que es muy difícil, pero que si quieres, si tienes voluntad, si quieres hacerlo, puedes hacerlo: creo que ese es el mensaje que envío”. En el décimo día de los Juegos Olímpicos de París hay un bosque sorpresa. La gimnasta brasileña quedó cuarta en la viga, detrás de la italiana Manila Esposito. Se tambaleó en el último ejercicio, y quién lo hubiera pensado. Indeciso, frágil, poco explosivo. Mucho mejor para nosotros, los italianos, que fuimos a buscar la historia. Y tampoco está mal para ella. Un par de horas después Rebeca se llevó el oro en ejercicio de suelo. En ambos casos terminó por delante de Simone Biles, existe un dualismo entre ellas. Pero aquí las historias cuentan, menos los lugares. Y la historia de Rebeca no necesita podios ni lágrimas para ser contada.