Raye ha esperado mucho tiempo por esto, y ahora lo va a hacer bien: después de siete años de estar atrapada con un sello que se negó a lanzar su álbum, vio Mi blues del siglo XXI finalmente la luz del día a principios de febrero. En el primer show de su gira europea en Melkweg, Amsterdam, la cantante británica está flanqueada por una banda de nada menos que siete integrantes, que incluye saxofón, trompeta y trombón. “No es barato llevar una banda como esa contigo a todas partes”, dice Raye, “¡pero suena tan bien!”.
La banda, vestida con trajes blancos con pajaritas negras, da más cohesión a las canciones del variado disco. Incluso una canción house pop como ‘Black Mascara’ tiene un toque de soul vintage a través de los cuernos. La interacción debe ajustarse un poco, de todos modos, es solo el primer espectáculo. Sin embargo, la voz de Raye es impecable: el público se sabe todas las letras, pero ella canta tantas variaciones creativas de jazz que nadie puede seguirle el ritmo.
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clímax emocional
El glamuroso traje blanco de la cantante está salpicado de purpurina con buen gusto, y lleva el pelo en rizos rojos estilo Marilyn Monroe. Pero el clímax emocional del concierto llega cuando ella se despoja del glamour. En la canción “Body Dysmorphia”, Raye se quita la ropa interior blanca. No poderosa, no sexy, pero vulnerable: sus manos frente a su estómago, frente a su rostro. ¿Está ella llorando? Mientras canta se levanta, se hace más grande, menos temerosa. “En este álbum les he contado cosas que mis mejores amigos ni siquiera saben”. Es precisamente esta vulnerabilidad la que enamora a su audiencia: cada momento emotivo (y hay muchos) es respondido con un aplauso ensordecedor.
Raye es divertida, encantadora, dura, sensible y una vocalista fantástica. Poder estelar en abundancia. Ella misma claramente no puede creer que ahora esté llenando lugares como este. Acostúmbrate, Raye. Después de siete años, esto es solo el comienzo.