El delantero centro del Sassuolo y de la selección es el fichaje del verano: “No sé dónde jugaré”. Tiene cara de niño bueno Y también el corazón y la cabeza. “Ayudar a los demás me hace sentir bien. Me di cuenta que tuve suerte en la comunidad de recuperación donde mi mamá es voluntaria”
Fiel a su fama de buen chico, Giacomo Raspadori llega a la Gazzetta escoltado por su madre Rosa y su novia Elisa. Y desde ellos comenzamos el viaje al centro de la tierra del delantero de veintidós años del Sassuolo, excepcional -en el sentido etimológico del término- tanto sobre el terreno de juego, tanto que su fichaje veraniego promete ser tórrido, y fuera, aunque parezca diferente al estereotipo del futbolista de éxito, partiendo de un cuerpo inmaculado a diferencia de la mayoría de sus compañeros, transformado en mapas geográficos. ¿Escribimos “parece”? Deberíamos haber dicho “es”: por cómo se presenta Raspadori y, sobre todo, por las cosas que dice y cómo las dice.