NoNo siempre todo es lo que parece. Incluso nuestras familias, a quienes creemos conocer mejor que nadie, logran ocultarnos secretos. La nueva novela de Alessia Gazzola, Una pequeña formalidadpublicado por Longanesi, juega con este tema. Y lo hace, como nos tiene acostumbrados este exitoso autor, al combinar una justa dosis de misterio en tonos rosas, en los que pasión y sexo van de la mano.
Alessia Gazzola, conoce a Rachele Braganza
Después de la saga de la torpe patóloga Alice Allevi, y la trilogía de paleopatóloga Costanza MacallèGazzola nos regala uno nueva protagonista dispuesta a conquistarnos: Rachele Braganza, Periodista de treinta y dos años inmersa en un mundo de famosos, chismes y moda.
Su brillante rutina se ve repentinamente interrumpida por dos acontecimientos impactantes: la salida del armario de su novio Alessio, con quien está vinculada desde el instituto, y una llamada telefónica de su padre sobre una herencia inesperada. El tío Massimo, el hermano anticuario odiado por sus padres, ha muerto. Al no tener esposa ni hijos, el único heredero es el padre de Rachele, quien sin embargo no quiere ni un centavo de él. La herencia pasaría entonces a la nieta. Pero Massimo también parece haber dejado algunas deudas, por lo que Rachele tiene que ponerse en contacto con un notario para evitar cometer errores.
Y aquí entra en escena Manfredi Malacarne, un ex compañero de colegio al que la niña detestaba por sus actitudes testarudas y que ahora es un profesional meticuloso. El encuentro después de años enciende una atracción abrumadora en ambos. Aunque abrumada por el trabajo editorial, Rachele investiga la vida de su tío y descubre que está estrechamente vinculada a la de sus padres. Entre giros de thriller y momentos de alto contenido erótico con el notario, Rachele acabará comprendiéndose mejor a sí misma también.
Nacida en Messina, Alessia Gazzola, 41 añosen su decimosexta novela no pierde la atención al detalle que le viene de su formación como forense -carrera interrumpida para dedicarse a tiempo completo a escribir- al abordar tecnicismos jurídicos, al tiempo que pinta con ligereza y garbo las atmósferas del Milán de los años treinta, todos los eventos y aperitivos.
Después de Alice y Costanza, ¿cómo fue asumir este nuevo desafío?
Me divertí mucho explorando este nuevo mundo. El momento creativo en el que me vinieron a la mente los personajes y la historia fue emocionante, la escritura fue muy placentera.
¿Qué tiene de innovador el personaje de Rachele Braganza?
Las chicas de las que hablo siempre están en un momento crítico de sus vidas, intentan adaptarse. A diferencia de los demás protagonistas de mis novelas, precarios, con las ideas no siempre claras y con una vida amorosa destartalada, Rachele tiene un trabajo estable y una relación afectiva estable. Todo está bajo control en su vida, es un tipo preciso y no le gusta lo inesperado. Es periodista, feliz con su trabajo que se toma muy en serio. La historia se desarrolla en una dimensión metropolitana, relacionada con el chick lit, la literatura escapista que es el mundo del que vengo.
¿Qué papel juega Manfredi Malacarne?
Rachele se pone en contacto con Manfredi, que era un compañero de clase superficial y grosero, en parte por curiosidad y en parte porque necesita un notario. Él ha crecido, le parece cambiado y amable. Es cuidadoso y escrupuloso en su trabajo. La investigación que Rachele tendrá que afrontar le hará descubrir a su familia pero también redescubrir su yo adolescente, que había cristalizado en su relación con Alessio, ahorrándose esos golpes que la hacen crecer y convertirse en una mejor versión de sí mismos. Manfredi tiene el mérito de apoyarla y facilitarle este camino.
La parte legal de la narrativa es muy precisa. ¿Cómo se documentó?
Recibí ayuda de un amigo notario. La trama también se entrelazó gracias a su intervención. Se me ocurrió pensar en una escena y luego, confrontándome con ella, descubrir que no podía funcionar desde el punto de vista legal. Ella fijaba lo que estaba en juego sobre lo que Manfredi podía o no hacer.
Una pequeña formalidad Es una novela sobre secretos familiares: ¿cada uno tiene el suyo?
Estoy absolutamente convencido de ello. En las familias cada uno tiene un papel. La idea que Rachele tiene de sus padres es parcial, corresponde a su mirada de hija. No puede imaginarlos como jóvenes, animados por conflictos existenciales que cree que pertenecen a su generación. Y se sorprende mucho cuando descubre que están lejos de haberlos solucionado. Es un viaje hacia la familia, pero también hacia las raíces y la identidad.
Los treintañeros siguen siendo el centro de sus novelas. ¿Cómo?
Es un grupo de edad interesante y divertido de contar: el momento de transición de una niña bonita a una mujer hermosa, la edad en la que se concentran muchos acontecimientos formativos y decisiones cruciales en el trabajo y las relaciones, como casarse o tener un hijo.
¿Volveremos a encontrarnos con Rachele en el futuro?
No lo descarto. A mí también me gustaría encontrarla a ella y a todos los personajes de su mundo.
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