ELFue la primera vez que se encendió una lucecita en un rincón de mi cabeza. Ema Stokholma. El DJ, presentador de radio y televisión, autora de un libro sobre su atormentada infanciadicho de manera muy simple: pero ¿por qué en las entrevistas siempre y sólo preguntamos sobre amores? ¿Y nunca, o casi, alguna amistad?
En definitiva –esta es su tesis– las amistades duran más y también son más reveladorasmás libre y más amplio, más capaz de contenernos tal como somos, sin responsabilidades ni ganancias, sin herencia que dividir ni hijos que supervisar.
El nombre que propuso inmediatamente, al hablar de sí mismo, es el de Andrea Delogu.presentadora y escritora, actriz, criada en la comunidad de San Patrignano. “Nosotros dos, de la misma edad -yo nací en el 83 y ella en el 82- siempre nos encontramos, tenemos muchas cosas en común, es como si lleváramos existencias paralelas, manteniéndonos mutuamente bajo control y protección fuera de el rabillo del ojo.”
La teoría de Ema nos obliga a recalcular las calles y los años.a través de nuestros mapas existenciales, hasta el punto de prefigurar nuevas trayectorias. Que nos llevan a donde estamos, a cómo somos, pero cambiando los colores y las sombras de un mismo paisaje.
Las estaciones ya no están marcadas por relámpagos y abandonos de amor.sino las conversaciones nocturnas, las bebidas para olvidar, el intercambio de libros y otros objetos preciosos como un platillo francés esmaltado, la ropa prestada para que no sea devuelta, las omisiones perdonadas, la falta que se llena de pensamientos que usted sabe que sería recopilado, compartido y finalmente completado.
Las pequeñas vacaciones reparadoras, alejadas del resto del mundo y de una representación contraída de sí mismo, la oficial, que corre el riesgo de apoderarse de las mutaciones. Es estar a tu lado, en lugar de estar frente a ti. Quizás la cuestión es que liberarse del miedo a “no agradarle lo suficiente” -o a no agradarle en absoluto, a él como al mundo entero- abre las compuertas de cosas reprimidas, de frases a medio terminar, de chistes feroces. que ni siquiera pensaste que podrías formular.
En el budismo existe una hermosa palabra, dice el escritor y poeta Chandra Candiani, para definir al amigo espiritual: «Aquel o aquel con quien se ama lo bello y lo bueno». Aquellos con quienes se puede compartir la oscuridad sin vergüenza, sin pensar que sólo la luz es espiritual.
¿Quiénes eran los amigos de Elizabeth Taylor mientras grabábamos todas sus bodas y anillos con Richard Burton? ¿Y los de la reina Isabel durante el reinado conyugal de Felipe? Y los amigos históricos de Leonardo DiCaprio quizás no sean más interesantes que esas novias. que perseguimos por el clic de un beso?
¿Y cómo cambiarían nuestras historias, las historias de personas no famosas, si partiéramos de amigos para unir las piezas? O dejarlos esparcidos –esos pedazos– porque a veces sólo queremos contemplar en paz nuestro desorden.
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