¿Quién reparará las fisuras en el orden mundial ahora que ya no existe ningún poder global regulador?


Partidarios de Hezbollah en el sur de Beirut, la capital libanesa, sostienen carteles que dicen: «Jerusalén, vamos».Imagen AP

Las consecuencias regionales del mortífero ataque sorpresa de Hamás contra Israel y civiles israelíes todavía son difíciles de estimar. Lo que es seguro es que serán grandes y, debido al efecto de shock similar al del 11 de septiembre en Israel, probablemente tendrán un carácter diferente a las acciones israelíes anteriores contra Hamás y sus aliados Hezbolá e Irán.

Si te alejas, verás otro intento de usar la fuerza para cambiar el status quo e influir en la política regional. Pocos dudan de la participación de Hezbollah e Irán en este complejo ataque, que debe haber requerido meses de preparación. Hamás tenía sus propios motivos autónomos para atacar ahora, pero los expertos también reconocen en el ataque el deseo iraní de torpedear o complicar la normalización de las relaciones entre Arabia Saudita e Israel.

Cualquiera que se aleje aún más verá otra señal del colapso acelerado del orden internacional y sus reglas del juego. Esta tendencia se ha notado durante años, y en algunas partes de África incluso durante décadas, pero desde la gran invasión rusa de Ucrania, la situación parece haber llegado a su fin.

Arnout Brouwers prescribe de Volkskrant sobre seguridad, diplomacia y política exterior. Anteriormente fue corresponsal en Moscú.

A veces esto implica causalidad: un vínculo directo entre causa y efecto. Muchos países del Sahel, por ejemplo, ya eran inestables y estaban en manos de yihadistas y bandidos antes de que los mercenarios de Wagner entraran activos allí. Pero su llegada, junto con la efectiva desinformación rusa, ha ayudado a las juntas locales a abandonar cualquier ayuda militar occidental. Resultado: más violencia y anarquía, así como una creciente inestabilidad en la frontera sur de Europa.

Cálculo cínico

Otro ejemplo es Nagorno-Karabaj. El líder azerbaiyano Aliev estaba en medio de un intento de mediación internacional para resolver el asunto pacíficamente cuando decidió recuperar el enclave por la fuerza. Su cínico cálculo resultó ser correcto: ni Occidente ni Rusia –que tenía tropas de mantenimiento de la paz allí– podían o querían detenerlo. Más que nunca desde el fin de la Guerra Fría, los conflictos se pueden resolver con violencia e impunidad. El presidente turco Erdogan ya lo había descubierto.

Y ante las narices de los políticos europeos, las tensiones están aumentando entre Serbia y Kosovo. Al impactante ataque perpetrado por militantes de etnia serbia en el norte de Kosovo le siguió el envío de tanques serbios a la zona fronteriza. Es indiscutible que Rusia desempeña un papel tanto en Serbia como en la Serbia bosnia -y no sin éxito- como refuerzo de las fuerzas ultranacionalistas y añade tanto combustible al fuego como sea posible.

En este contexto, no sorprende que este fin de semana surgieran inmediatamente especulaciones de que Rusia, que tiene buenos vínculos con Hamás, también estaba en parte detrás de este ataque. Hanna Notte, experta en Rusia y Oriente Medio del grupo de expertos británico CSIS, reconoce que «una pequeña inestabilidad en Oriente Medio y nuevas crisis le convienen a Rusia, porque desvían la atención y los recursos de Occidente de Ucrania».

Nuevos ejes del mal

Pero no ve todavía indicios de apoyo directo de Rusia a este ataque o antes de él. Y señala que si saliera a la luz la participación rusa en un ataque terrorista tan cobarde, también tendría consecuencias negativas para la «posición cautelosa» de Israel sobre Ucrania y la buena relación entre Netanyahu y Putin.

Mientras tanto, efectivamente hay una expansión de los ejes del mal a nivel internacional. Además de la «amistad estratégica» autoritaria (pero también compleja y desequilibrada) entre China y Rusia, está el eje Rusia-Corea del Norte (Moscú recibiría incluso armas de artillería) y el eje Moscú-Teherán (y Hezbollah, Hamas) que Rusia se arma contra Ucrania y puede ser utilizada para acciones subversivas en el Medio Oriente.

Incluso en ausencia de una conspiración general, hay muchos aliados pragmáticos que vinculan su represión interna con la agresión externa y que quieren prender fuego al libro de reglas global. El efecto es el mismo: los potentados más pequeños y más grandes se benefician del margen de maniobra resultante. El efecto corruptor de la abierta agresión de Rusia contra Ucrania es innegable.

Oportunidades para los potentados

El socavamiento del orden internacional y de la Carta de las Naciones Unidas no es nuevo. Durante un tiempo, tras el colapso de la Unión Soviética en 1991, pareció que había llegado una edad de oro, pero la guerra de Bosnia (1992-1995) rápidamente torpedeó esa idea, y después del 11 de septiembre los propios Estados Unidos ayudaron a socavarla en Irak. Guerra. Desde entonces, Estados Unidos se ha desacelerado como potencia organizadora mundial. Después de Putin, otros potentados grandes y pequeños también huelen oportunidades y las aprovechan. ¿Quién debería reparar estas divisiones en ausencia de una potencia global organizadora? Las democracias más importantes están en crisis, pero no pueden huir de esta importante cuestión.



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