Además de la altura, para el circo también es importante poder guardar allí sus pertenencias. Todas sus cosas. Hay bastantes. Monociclos, aros, cuerdas, pelotas pequeñas, pelotas grandes, colchonetas, paños grandes y mucho más. “Es casi imposible llevar todo de un lado a otro cada vez”, afirma Hilhorst.
También dificulta que Okidoki no sea sólo una asociación que entrena una vez a la semana. Hijmans: “Ahora tenemos tres grupos de circo, dos grupos de jóvenes, un grupo de adultos y cinco grupos de aire. A todos ellos hay que enseñarles”. En total, Okidoki tiene entre 100 y 120 miembros.
Esto corre peligro de perderse si no se encuentra un nuevo lugar. “Si no es posible tener alojamiento antes del 1 de enero, Meppel echará de menos un lugar que sea para todos. Okidoki es realmente un lugar para todos. Todos pueden participar al mismo nivel, no importa lo que puedas o no hacer. No importa mental o físicamente. Cada niño puede brillar en el escenario y desarrollarse. Es mucho más que hacer malabarismos o tocar el diábolo”, afirma Hilhorst.
Yentl Hijmans lo respalda. “El circo es mi segundo hogar. Esto hace de Meppel mi hogar. Si el circo no hubiera estado aquí, yo también me habría ido de aquí. Muchos de mis amigos están paseando por ahí. Y aquí ofrezco un lugar para que los niños se expresen, lo que les gusta. No tengo ningún lugar. Tampoco quiero perder eso”.