En marzo de este año parece haber sido el Día Nacional del Panqueque por decimoquinta vez. Para ser honesto, ese apogeo, y las catorce veces anteriores también, se me han resbalado como una fritura en una sartén antiadherente. Y lo admito, ya no los comemos con tanta frecuencia. Dado que nuestro hijo y nuestra hija han superado su infancia (que fue hace unos veinte años), el panqueque está pasado de moda. Al menos, en la forma ‘clásica’. Después de todo, solo comemos tal actuación una vez al año. Y nota bene también fuera de la puerta, en un ambiente menos festivo. En abril siempre llevamos a mi madre judía de 88 años a la conmemoración anual en el Monumento Nacional de Dachau en Amstelveen.