Por qué “Troya” es un placer culpable; más que eso, una gran película


No, no es eso, el rey se equivoca: los guerreros no mueren porque los dioses guardianes les den la espalda. En su adaptación de la Ilíada de Homero, Wolfgang Petersen borra de la historia todos los Padres tras los cuales pueden esconderse los condenados a morir. Ningún Zeus con una túnica blanca moviéndolos por su Acrópolis como piezas de ajedrez. La gente comete sus errores sola.

La ausencia de dioses en “Troya” es una sensación. Como si la Biblia hubiera sido llevada al cine y Dios hubiera quedado fuera. El guión fue escrito por David Benioff, quien luego dirigió la adaptación televisiva de las novelas “Juego de Tronos” de George RR Martin con un enfoque similar: en un mundo místico, pero sin su creador.

La taquilla recaudó 497 millones de dólares. Eso fue bueno, no fenomenal. Las reuniones fueron devastadoras. Muchos acusaron al director Petersen de tratar de manera irrespetuosa el material del poeta antiguo. En los 24 libros de Troya de Homero, los dioses son manipuladores del curso de la guerra, pero a Petersen le preocupaba la tragedia que las personas pueden causar. El conflicto entre troyanos y griegos más espartanos comienza cuando el tonto troyano Paris (Orlando Bloom) se enamora de la ingenua Helena (Diane Kruger), que pertenece a Esparta. Puro cinismo que al final sea precisamente este par de rizos el que sobreviva. Decenas de miles mueren a causa de ellos.

En Homero, la diosa Afrodita apoya al príncipe en su acercamiento a Helena. Petersen retrata a Paris como un debilucho egocéntrico que dispara una flecha al talón de Aquiles desde lejos y sella su caída: al menos Homero hizo que Apolo empuñara el arco.

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“Troya” es un proyecto de Hollywood que no ofrece ningún personaje identificable. Peter O’Toole (Priamos) maldijo a «Kraut» Petersen y su adaptación de la Ilíada durante el rodaje. Hasta la fecha, el alemán no ha hecho una película de este tamaño. El hecho de que se le permitiera llevar una “versión del director” a los cines en 2007, al menos parecía la gracia de Dios.

Es sorprendente el mal desempeño de “Troy” en comparación con “Gladiator”, el favorito de la crítica, que se había estrenado cuatro años antes. El drama de venganza de Ridley Scott con Russell Crowe presentó un claro patrón entre el bien y el mal. El esclavo Máximo mata al emperador Cómodo porque hizo ejecutar a su familia.

Aquiles sube por el aire

Si tan solo hubiera sido tan fácil en “Troya”, aquí el héroe, allá el villano. Es imposible elegir un bando. Pero ese es el atractivo. Los troyanos presentan a Príamo, que parece atónito, y a Héctor (Eric Bana), un heredero al trono arruinado por su sentido del deber. Los griegos traen al codicioso Agamenón (Brian Cox), al fingido Odiseo (Sean Bean) y al mercenario Aquiles (Brad Pitt), a quien no le importa de qué lado esté, siempre y cuando sea en la batalla más grande de todas. tiempo. Este antihéroe mata a Hektor, el único que es casi igual, y sabe que al hacerlo está promoviendo la extinción de su propia especie.

¡Oh sí, las peleas! El coreógrafo Stuart Crane hizo que Brad Pitt practicara un estilo que nunca antes habías visto y nunca volverás a ver: Aquiles como bailarín, sosteniendo su lanza hacia donde correrá Héctor. Como una estatua olímpica, sosteniendo el arma y el escudo y posando en medio de un duelo. Y esto no parecía un efecto de computadora, sino más bien como si hubiera sido entrenado: el tendón de Aquiles de Pitt trepa en el aire para clavar la espada verticalmente en el cuello de un oponente.

Aquiles fue el guerrero de cuento de hadas más grande de todos los tiempos. En cualquier caso, Wolfgang Petersen se tomó en serio la Ilíada.



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