Cuando le pregunté qué tocaba entonces, el querido respondió Los Sims 3. Allí controlaba la vida, allí la conducía como él quería. El hombre estaba clínicamente deprimido. Una parte de mí quería olvidar lo más rápido posible que él había estado antes. Sicario había llamado, para calmar su ira. Tomamos otro pedazo de pastel.
Un día después, Apple vendía gafas de esquí. Con el Vision Pro atado a la cabeza, la vida se vuelve realmente hermosa: pronto ni siquiera tendrás que sacar el teléfono del bolsillo para dejar que Twitter te derribe. Comprobando cuántos pasos no has dado hoy puedes incluso bajar los ojos sin esa dirección debilitante de la muñeca. Basta con parecerse a Alberto Tomba.
Lo que hace Vision Pro, para ese puñado de personas que no se arrojó a los pies de Tim Cook el lunes por la noche, es mostrarte el mundo tal como es, restringido por un menú de opciones. Tu salón, con el aburrido laminado y el digibox y el gato que vomita dulcemente en un rincón, pero salpicado de apps. ¿Dónde dejé mis llaves otra vez? Ah sí, detrás del Waze.
En un video vi un asiento convertirse en un banco en el Parque Nacional Yosemite. Miré hacia un lago, solo que no vi un lago. Vi un enorme bigote pegajoso, el de Ted Lasso, que me sonreía desde la pantalla de selección de Apple TV+ que flotaba sobre el agua.
Debo haber leído demasiado a Philip K. Dick, pero me preocupa. Trabajando desde casa, Takeaway y Deliveroo, y ahora la posibilidad de estar en cualquier lugar en la seguridad de nuestra propia casa, nuestra celda segura. Apenas tengo treinta y seis años y hasta para mí los pasajeros de tren que no se han escondido en el compartimento de su propia cabeza son un recuerdo lejano. Las únicas palabras que vienen soplando hacia ti desde su dirección se pronuncian en la palma de su mano. Hablamos tan poco entre nosotros que nadie se atreve a preguntar si podría ser más tranquilo.
Me fastidia la glorificación de los tecnoprofetas, en la fe ciega, no solo en sus habilidades, sino en sus buenas intenciones. Las personas a veces olvidan que son los jefes de las empresas y que un mundo mejor depende de los accionistas. Por 3.500 euros, tu salón parecerá el puente del Enterprise, pero vivirás en uno nuevo mundo valiente. El polvo del suelo se filtra por ti, el papel pintado cambia de color cada día. El gato ya no vomita porque lo reemplazó un Pokémon y Ted Lasso hace café. Ya te ha tirado la pastilla roja a la basura.
La realidad aumentada mejora la realidad para que no tengamos que hacerlo más. Porque no queremos hacerlo más.
Oye Siri, nos damos por vencidos.