¿Cuál es la relación entre el poder, la información y los derechos de las personas? En una década marcada por cambios profundos -como la revolución digital y el auge de los populismos- y hechos traumáticos y muy raros -como la pandemia y la guerra- la opinión pública ha sufrido un condicionamiento constante.
Los límites que debe respetar el poder político; las garantías que se deben a la información tanto en la forma del ejercicio de la libertad de expresión como del derecho de la comunidad a estar informada; los derechos de las personas ante el Estado y en equilibrio con los derechos de otras personas son los temas centrales de los artículos escritos en los últimos diez años por Carlo Melzi d’Eril y Giulio Enea Vigevani, abogados expertos en derecho de la información y derecho de los medios de comunicación, y publicado en Il Sole 24 Ore en su versión impresa y online y en el suplemento del diario dominical.
Las aportaciones se recogen en el volumen “Potere. Información. Derechos. Cuentos de una década convulsa” en los quioscos con Il Sole 24 Ore durante un mes a partir del sábado 10 de septiembre por 12,90€ y en librerías a partir del viernes 23 de septiembre por 16,90€.
Los artículos están divididos por temas y propuestos en orden cronológico. A partir de los episodios informativos en los que se inspiraron las piezas individuales, el libro pretende analizar las relaciones entre el poder, la información y los derechos de las personas.
“La libertad de expresión es considerada por todos como indispensable. En una democracia consumada nadie te dirá que le temas. Pero esta es una noticia falsa colosal. No es tan. Cuando la libertad de expresión y, en consecuencia, el derecho a la información, el de la noticia y la crítica, van en contra de lo que creemos correcto y constructivo, empezamos a tener dudas sobre la utilidad social de gozar de un pluralismo de voces – escribe Ferruccio De Bortoli en el prefacio del volumen – Pluralismo que nunca es, por su naturaleza, ordenado y predecible. Cuando la libertad de expresión perturba la quietud de la normalidad, entorpece los programas públicos y privados, nos obliga a rendir cuentas de lo que hacemos, a ser transparentes, es casi seguro que se vive como un costo, una molestia.