Pobres, pobres pies. ¿Qué les estamos haciendo? Se supone que deben sentirse francos y libres, pero los metemos profundamente en zapatos gruesos que se sienten como un corsé apretado en el que se aprietan los dedos de los pies sin piedad. Y eso mientras un pie no quiere nada más que moverse bien, dice el fisioterapeuta Cocky Hoogeveen. Así que por eso: ‘¡deshazte del zapato!’
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