Peterson: "Rubini, el coloso de Rodas del baloncesto italiano"

El histórico entrenador de las Zapatillas Rojas habría cumplido hoy 100 años. El Entrenador: «Su leyenda crece con el paso de los días»

La figura más grande e importante de la historia del baloncesto italiano, Cesare Rubini, habría cumplido hoy 100 años. En cambio, lo perdimos en 2011, a los 87 años. Pero su figura y su mito crecen cada día que pasa. Fue uno de los pocos que practicó dos deportes en la selección nacional: waterpolo y baloncesto. Con sólo 24 años, fue capitán de la selección italiana que ganó el oro olímpico en Londres 1948, venciendo a la gran favorita Hungría, por 3-2, en el partido decisivo. Hoy Rubini está en el Salón de la Fama del waterpolo en Fort Lauderdale, Florida. También está en el Salón de la Fama del Baloncesto en Springfield, Massachusetts, por su increíble carrera como entrenador del Olimpia Milano, 25 años, de 1949 a 1974.

15 campeonatos y la primera copa de campeones

En ese período ganó 15 scudetti (a los que se suman 8 segundos puestos), la primera Copa de Europa de un equipo italiano, con Bill Bradley como principal estrella. Él, «El Padrino», creó el culto a los Zapatos Rojos, como dijo con gran elocuencia Charlie Recalcati hace unos años, con el Ángel Rubio (Sandro Riminucci), el Profesor (Gianfranco Pieri) y el Guerrero (Sandro Gamba). Era una figura como el Coloso de Rodas, más grande que la vida. Para mí también fue importante. Me llamó en 1977 para venir a entrenar al Olimpia pero no pude. Llegué en 1978 y él estuvo presente cuando firmé el contrato con el Dr. Adolfo Bogoncelli.

champán

Estuvo cerca de mí físicamente y de palabra durante mis nueve años en el club, de 1978 a 1987. También abrió el champán en el vestuario cuando ganamos el scudetto en 1982. Mi primer año en la Virtus, 1973-74, fue Era su último año como entrenador y me ganó en los dos partidos, remontando un -15 en Palalido (27-12) para ganar por un punto, una obra maestra desde el banquillo, cuanto menos. Nunca me permití sentarme donde él se sentaba cuando entrenaba al Olimpia. Para mí ese lugar era sagrado, como un trono. Promesa cumplida. Luego, agradecido por cómo me ayudó, me prometí apoyar a un entrenador que se hiciera cargo del Olimpia, sin querer imponerme. Otra promesa cumplida. Era un personaje legendario. Un día le pregunté: «Cesare, ¿cómo lograste hacer tanto waterpolo como baloncesto?». Él, con su encantadora sencillez: «¡Dan! ¡Waterpolo en verano, baloncesto en invierno!» Fin del discurso: Para todos nosotros en Olimpia, Cesare Rubini está siempre presente, en nuestros corazones y en nuestras mentes.



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