París está harta de los costosos Airbnbs

¿Seiscientos euros por una noche en París? No si depende de la propia capital francesa. Con vistas a los Juegos Olímpicos de 2024, París quiere limitar los alquileres a través de Airbnb.

Con un estimado de quince millones de visitantes, los Juegos Olímpicos de París prometen ser un premio gordo para los propietarios de apartamentos en la capital francesa. En el periodico el mundo dice una parisina que ha puesto en alquiler su apartamento de dos dormitorios por 599 euros la noche -799 euros los fines de semana- en Airbnb, donde ahora está alquilado por 239 euros.

Los visitantes del evento deportivo no parecen estar decepcionados por esos precios, porque el apartamento ya está completo. Una mujer propietaria de una casa flotante en el Sena le dice al periódico que se quedará con amigos durante las tres semanas de los Juegos y espera que el alquiler de su bote le rinda entre 40.000 y 60.000 euros.

Los propietarios profesionales de Airbnb también tienen signos de euro en los ojos debido a esas cifras. Pero el ayuntamiento parisino quiere evitar que saquen más viviendas del mercado para alquilarlas a turistas. La ciudad está trabajando en reglas que hacen que los barrios populares como el Marais, el Barrio Latino o Montmartre estén fuera del alcance de los nuevos alojamientos amueblados. Oficialmente, París tiene 43.000, pero en realidad ese número es mucho mayor. Desde que la compañía californiana llegó a París en 2012, decenas de miles de pisos de alquiler clásicos han desaparecido del mercado.

Salchicha unidad

El impacto es visible en las zonas más populares de la ciudad. Tiendas, restaurantes y bares exclusivamente destinados al turista han uniformado muchas calles. Las lavanderías se convierten en tiendas de recuerdos, las tiendas de comestibles en tiendas conceptuales y los residentes se van. Las residencias turísticas son tan lucrativas que entre 2020 y 2022 incluso una de cada ocho propiedades comerciales en la ciudad se convirtió en apartamentos para alquiler a corto plazo.

“Si no queremos que París se convierta en Venecia, debemos evitar crear nuevos hogares de Airbnb en barrios donde apenas haya residentes permanentes”, dijo Emmanuel Grégoire, la mano derecha de la alcaldesa Anne Hidalgo. La prohibición solo se aplicará a los inversores profesionales, no a los parisinos que alquilan sus casas por menos de 120 días al año.

La crisis de la vivienda se extiende más allá de París. Con la llegada del verano, muchos políticos están tratando de incluir el tema en la agenda. El diputado vasco Iñaki Echaniz da la voz de alarma porque “los temporeros, estudiantes y personal hospitalario ya no encuentran vivienda”. En los últimos años, el número de estancias turísticas en su región ha aumentado un 130 por ciento, lo que ha disparado los precios. “Una casa que se compró hace tres años por 120.000 euros ahora se ha vuelto a poner en el mercado por 400.000 euros”, ilustra Echaniz. “Nuestras regiones no son solo centros de vacaciones. Queremos que la gente viva allí”. Junto con otro miembro del parlamento bretón, Echinaz presentó un proyecto de ley que esperan también permita que Airbnb disminuya su velocidad fuera de la capital.

Pueblos fantasmas

Los empresarios también están haciendo sonar la alarma. Les resulta cada vez más difícil encontrar personal, porque algunas ciudades se convierten en pueblos fantasmas fuera de los periodos vacacionales. “Una empresa de rápido crecimiento se muda porque no hay alojamiento para el personal que quieren contratar”, dice Christophe Plassard, de la ciudad costera de Royan, en el periódico. Le Figaro .

En algunas zonas turísticas, los movimientos anti-Airbnb son cada vez más descarados. En el País Vasco y Bretaña, pero también en Marsella, donde en marzo se destruyó una casa y se aplicaron grafitis en la pared: “Las casas son para vivir, no para ganar dinero”.



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