Ocho leyes en diez años: el sistema reorientado para proteger a las mujeres


El cordón está ahí, al menos en papel. Con la nueva ley aprobada definitiva y unánimemente por el Senado el pasado miércoles, el marco de instrumentos normativos y legales para combatir la violencia contra las mujeres parece completo. Y el salto de calidad es innegable: desde 2013, cuando Italia ratificó el Convenio de Estambul con la ley 77, se han producido hasta ocho intervenciones. Primero el decreto antifeminicidio (n. 93/2013), luego el Código Rojo (ley 69/2019), recientemente fortalecido con el Decreto Legislativo 122/2023, y las reformas Cartabia de los procesos penales y civiles, que ampliaron las protecciones a las mujeres. quienes sufren violencia y se reconoce una ruta preferencial para “disputas familiares” con denuncias de violencia. Sin olvidar la ley 53/2022 de recogida de datos estadísticos. Hasta hoy.

Lamentablemente, en diez años no hemos dejado de contar las víctimas de feminicidio. Pero, como se desprende del dossier “En defensa de las mujeres” que acaba de elaborar la Oficina de Evaluación de Impacto del Senado y elaborado por Carmen Andruccioli, es como si todo un sistema se hubiera reorientado hacia la protección de quienes sufren la violencia. Es como si se hubiera desenrollado un hilo rojo a lo largo de las tres últimas legislaturas. De hecho, a este respecto, el Gobierno de Giorgia Meloni, la primera primera ministra de la historia de la República, ha funcionado hasta ahora en perfecta continuidad con los anteriores. Lo demuestra precisamente el DDL firmado por los ministros Eugenia Roccella, Carlo Nordio y Matteo Piantedosi, lanzado el 7 de junio en el Palacio Chigi y ahora ley estatal, porque ha recogido y valorizado el legado del trabajo realizado por los ministros Draghi. Gobierno que no logró materializarse también debido al final anticipado de la legislatura.

«Una hermosa página escrita juntos», comentó Roccella, después del voto sí desde el Palacio Madama. Una página que intentaba completar las piezas faltantes del mosaico con un doble abanico de intervenciones. El primero, con vistas a la prevención, refuerza y ​​amplía la medida de advertencia del comisario de policía a los delitos de espionaje (incluidos el acecho, el allanamiento de morada y la violencia sexual) y aplica las medidas del Código Antimafia (vigilancia especial y obligación de permanencia y residencia) también a sospechosos de delitos relacionados con la violencia contra la mujer. Se les debería prohibir acercarse a los lugares frecuentados por las víctimas y exigirles que mantengan una distancia de al menos 500 metros. Junto con la pulsera electrónica, cuya manipulación se castiga con pena de prisión preventiva. El segundo grupo de intervenciones, sin embargo, sigue afectando al ámbito procesal: se aceleran los procedimientos y se amplían los casos para los que se garantiza la prioridad.

La ley también reconoce la importancia de la formación de todos los operadores que entran en contacto con las víctimas de la violencia, desde los magistrados hasta los psicólogos, confiando al Comité técnico-científico del Observatorio Permanente creado para la Igualdad de Oportunidades la tarea de apoyar a Roccella en la preparación de las pautas. La composición de la CTS, otra señal de continuidad, fue confirmada por el ministro e incluye profundos expertos en el tema, desde la jueza Paola Di Nicola hasta la ginecóloga Alessandra Kustermann.

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La delicada cuestión de la formación será crucial ahora que, como subrayó el Ministro de Justicia Nordio en Sole 24 Ore (leer la entrevista del 22 de noviembre), es necesario dar el otro salto indispensable: “Invertir en la prevención de la violencia”. La primera “p”, junto con protección y castigo, del Convenio de Estambul. La ley no prevé recursos y las iniciativas no siguen ningún orden determinado. Como el manual sobre las señales de alerta prometido por Nordio en las escuelas y en los lugares de trabajo, o el plan de 15 millones de “educación en las relaciones” del ministro de Educación, Giuseppe Valditara: treinta horas extraescolares en las escuelas secundarias, basadas en grupos de discusión entre estudiantes, moderados por profesores.



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