“Durante años, el gobierno flamenco, a diferencia de los gobiernos valón y de Bruselas, se ha negado obstinadamente a encarecer los baratos bonos de servicio”, escribe la periodista política Astrid Roelandt. “Esto no es sólo un desperdicio del dinero de los contribuyentes. Su miedo a la reacción de la clase media ahora también está socavando el mayor punto fuerte de los controles: su simplicidad”.
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