No se necesitan grandes declaraciones, gestos descontrolados con las manos ni conferencias de prensa estrechamente orquestadas. Es infantilmente simple. Lo siento, Jenni.

“No voy a renunciar. No voy a renunciar”. En una reunión de emergencia anterior de la RFEF, el presidente de la asociación española, Luis Rubiales, se habría disculpado cuidadosamente por el beso en la boca de la estrella del fútbol Jenni Hermoso.

Pero no hubo ninguna disculpa en la conferencia de prensa. El español, de 46 años, fulminó que se trató de un beso “de mutuo acuerdo”. También habló de “falso feminismo” y dijo que, si fuera necesario, “limpiaría su nombre ante los tribunales”. Y que ciertamente no dimitiría. Aplausos en el salón.

Quizás el hombre no tuvo en cuenta que las damas de la selección española no lo dejarían pasar. En una carta abierta anunciaron que ya no querían jugar al fútbol bajo esta directiva. Ni ahora ni nunca. Finalmente, la FIFA se involucró en el asunto. Rubiales fue suspendido por 90 días y mientras tanto no podrá contactar con Hermoso.

A la gente buena se le oye decir así: qué lío para un beso estúpido. Sólo que ese beso no es en absoluto lo que hirvió en el orinal. Ni siquiera se trata de los abrazos muy fuertes que el hombre les dio a los futbolistas españoles tras su victoria en el Mundial. O de cómo, aparentemente, sintió la necesidad de agarrarse la entrepierna cuando el trofeo de la Copa del Mundo voló por los aires, o de cómo apretó con fuerza a la jugadora Athenea del Castillo en los muslos y se la pasó por encima de los hombros.

Se trata de una falta general de percepción de la culpa. Si Rubiales se hubiera disculpado cortésmente y admitido que su comportamiento fue inapropiado, no se habría quejado. Verdaderas disculpas de hecho. Geen: ‘Lamento que ese beso te haya parecido molesto, pero cuando ganas una Copa del Mundo, ese tipo de situaciones son parte de ello. Lo siento, pero estaba muy, muy feliz. Lamento que te hayas sentido ofendido. Lo siento, parece que no eres capaz de poner las cosas en perspectiva. Lamento que el cambiante espíritu de la época haya significado que mi comportamiento de repente sea un problema ahora, mientras que hace veinte años no lo era.’

Con un verdadero mea culpa, el flujo de noticias sobre el tema habría cesado hace tiempo. Entonces tal vez se podría haber tratado nuevamente de la victoria de España en el Mundial femenino. De cómo La Roja ganó 1-0 a Inglaterra o de cómo Salma Paralluelo, de apenas 19 años, puede considerarse la mejor jugadora joven del torneo.

Por supuesto, el ego de Rubiales sin duda se habría sentido complacido de gritar “no dimito” frente a un público benévolo. Pero habría ayudado más a su carrera si hubiera admitido que estaba equivocado. La buena noticia es que ni siquiera es tan difícil. No se necesitan grandes declaraciones, gestos descontrolados con las manos ni conferencias de prensa estrechamente orquestadas. Es infantilmente simple. Lo siento, Jenni. Lo siento.



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