«No me vas a filmar así», le dice Conner Rousseau al hombre al que ordenó filmarlo así

Justo cuando leo con horror que Filip Dewinter va a presentar su libro en el café de la calle donde vivo desde hace más de un cuarto de siglo, me llama el periódico y me pregunta si quiero escribir algo sobre el nuevo YouTube. Serie sobre Conner Rousseau. Mis suspiros se toman como aprobación y el periódico recoge. Otro día de baile antes de que llegue.

El último verano consta de cuatro episodios de ocho minutos. Alguna vez algo como esto se llamó un episodio, pero luego todos tuvieron ADD, y es por eso que el genérico de una serie pronto se considerará el primer episodio. El episodio de Conner Rousseau El último verano Se trata de su último campamento como monitor de Joetz, la asociación juvenil de las Mutualidades Socialistas, y contengo la respiración.

No estoy hablando de Rousseau. Y al mismo tiempo otra vez.

Como todo flamenco.

La primera imagen de este episodio de cuatro partes muestra perfectamente por qué no lo tengo para él. Vemos un montaje rápido de un Rousseau de fiesta, seguido de un tiro panorámico a partir de un televisor en el que alguien ha vomitado su noche de fiesta -o era un episodio de FC los campeones? – y terminando con el presidente de un partido político harapiento y semidesnudo olfateando el Marcskeswalm en la cama. «No me vas a filmar así», le dice al hombre al que le ha ordenado que lo filme así.

Al mismo tiempo, me gusta Rousseau porque conoce su oficio. Porque sabe que propaganda como esta funciona. Porque, en efecto, sale bien de esta tetralogía. De hecho, creo que su compromiso es sincero.

Simplemente odio que algo como El último verano consiste. No porque no esté de acuerdo con el principio de asociación juvenil o los principios del socialismo, sino porque los dos están vinculados entre sí y el resultado se vende como televisión saludable cuando se trata de publicidad ordinaria. Ni siquiera para Vooruit, y mucho menos para el socialismo, sino para Rousseau. culto personal. Idolatría. vamos, c’est perezoso.

Y luego pienso en mi propio tiempo en el movimiento juvenil, donde después del paso de Bart De Wevers la persona mas inteligente cada vez más leones empezaban a adornar las mangas de las camisas, una práctica que primero empezó a proliferar entre los monitores, como una ITS en un fin de semana de liderazgo, y luego se extendió a los niños. No lo domarán, cantaban inocentemente, y no hay foto de toda esa época sin una bandera flamenca estropeando la escena al fondo o –como todo se hace en esos círculos– orgullosamente en primer plano.

Y por eso entregué mi camisa. Porque los niños deben mantenerse lo más alejados posible de la política. Entonces ese placer no debe tener color.

El último verano se puede ver en YouTube.



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