Cuando Edvard Munch inmortalizó su histórico grito en 1893, probablemente no imaginó que ciento treinta años después aquel grito seguiría teniendo un poder expresivo infinito. Pero en una época de enloquecedora impotencia, el que grita tiene el mando en todas partes. Grita de desesperación e impotencia, pero sobre todo quiere gritarle a la otra persona. El oyente hace tiempo que cerró los oídos.
En palabras de Ramsey Nasr, el miércoles por la noche no se produjo ningún grito real. En Khalid y Sofía Nasr utilizó el patetismo de su actor para impresionar al espectador. confrontar con olvidar los nombres, sueños e ideales de las víctimas palestinas: un grito silencioso sobre nuestra compasión selectiva. Ciertamente había un toque de melodrama allí, pero entre todos los gritos de impotencia, ignorancia y exceso de confianza, finalmente hubo un grito suave que duró.
Vimos lo duradero que puede ser un grito en el primer episodio de una nueva temporada de El secreto del maestro, en el que un equipo de cuatro expertos examina y reconstruye obras de arte de grandes maestros. El miércoles por la tarde vimos, sí, la primera parte de un díptico El grito van Munch, también conocida como ‘la Mona Lisa noruega’. Un asunto muy serio, como lo demuestra el hecho de que al cuadro nunca se le permite salir de Noruega, por temor a que personas malintencionadas se lo vuelvan a robar.
Aun así, el equipo de investigación llegó bastante lejos, porque excepcionalmente retiraron el cuadro de su marco para que los expertos pudieran investigar con gran detalle cómo trabajaba exactamente Munch. A la pintora e investigadora Lisa Wiersma se le permitió dedicarse con todo su corazón a realizar una réplica que tenía que ser exactamente igual en todos los aspectos (incluso el cartón tenía que ser prácticamente el mismo). Ninguna banda de falsificadores trabaja tan contagiosamente como el equipo de El secreto del maestro.
Lo que hizo especialmente interesante la transmisión fue la búsqueda del mundo de Munch, sus inspiraciones y sus emociones. Porque un cuadro que ‘gira y gira’ de una manera tan específica: ¿de qué habitación de arriba tenía que venir? Por supuesto, estaban los pecados clásicos del artista (beber, apostar), pero lo que resultó especialmente interesante fue el análisis de la repentina y devastadora sensación de sentirse abrumado por la naturaleza que se dice que experimentó Munch mientras cruzaba un puente noruego. Con el tiempo convertiría esa experiencia en un grito de miedo e impotencia, incluso sobre la total insignificancia del hombre en la naturaleza. De ahí esa apariencia de pesadilla, esos extraños movimientos de ondas y sí, también ese expresivo grito. Además, parece como si el que grita quisiera dejar de escuchar, ahora que su entorno se ha vuelto demasiado abrumador y esquivo.
El episodio no trataba sobre la relevancia contemporánea. Pero ese inmenso grito de miedo e impotencia seguirá siendo atemporal por un tiempo.