Narcisismo, nerviosismo y Roma sin partido: Mourinho nunca estuvo tan deprimido

Un punto en tres partidos, silencios, mal humor, una demostración desoladora de inferioridad técnica y táctica ante el Milán. Lukaku es una bendición, en cambio el técnico reitera con petulancia que el equipo no va

No bastan los aterrizajes cinematográficos, las resacas masivas, el texano en la versión Top Gun, la puerta que se abre y lo mira, Romelu y su maravillosa aptitud para sumergirse en su nuevo mundo y esa rimbombante combinación de negro, amarillo y rojo pompeyano. . Los malos pensamientos son un azote parecido a las langostas estos días en Trigoria y en los garabatos de la siempre tan ardiente red. Y no es la historia del punto en tres partidos –una miseria– ni la conocida calamidad de muchas lesiones. No, nada de eso. Desde hace dos años por estos lares, los estados de ánimo en la casa de la Roma son los estados de ánimo de José Mourinho. Su estado de ánimo dicta la ley. Para bien o para mal. El viernes por la tarde no fue la debacle del equipo, el desolador testimonio de inferioridad técnica, táctica y atlética ante el Milán de Sua Divinità Leao, sino las palabras de José Mourinho. Lo que dijo antes y lo que no dijo después. La elocuencia de su silencio.



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