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Khalid Payenda, con correa de reloj roja, verde y negra, mantiene la esperanza en Afganistán.
foto Telegraaf
WASHINGTON Khalid Payenda (40) se sube a su Honda Accord negro principalmente por la noche, porque es cuando los paseos son más gratificantes. A veces le preguntan por su acento. Luego dice que es de Afganistán, “pero normalmente nada más”. Está agradecido por el trabajo, dice. Porque el trabajo de consultoría que él también hace no es suficiente para mantener a su esposa y cuatro hijos. Durante los paseos nocturnos hay mucho tiempo para pensar. “Fue agradable tratar con eso al principio. Pero a veces tus pensamientos también van en la dirección equivocada”.