Eddie Van Halen en un concierto en 1982.
Foto: Getty Images, Ross Marino/Rock Negatives. Reservados todos los derechos.
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Cuando tenía 11 años tuve un profesor de guitarra que me tocó “Erupción”. La música sonaba como si viniera de otro planeta. Estaba aprendiendo los acordes básicos en ese momento, cosas de AC/DC o cosas de Deep Purple. “Erupción” estaba más allá de mi horizonte, pero fue una revelación, como escuchar a Mozart por primera vez. Eddie es el maestro de los riffs: “Unchained”, “Take Your Whiskey Home”, el comienzo de “Ain’t Talkin’ ‘Bout Love”. Crea sonidos que no son los típicos sonidos de guitarra, sino texturas y armonías que solo surgen a través de su técnica específica.
El riff de “Unchained” suena como si se hubiera introducido de contrabando otro instrumento. Mucho se puede explicar por su técnica: sostiene la púa entre el pulgar y el dedo medio, lo que le da la oportunidad de tocar las cuerdas con el dedo índice. (Cuando me di cuenta de eso, también lo intenté, pero era demasiado extraño). Pero debajo de toda su destreza técnica, hay algo más que duerme: Eddie tiene alma.
Es como Hendrix: puedes recrear tus cosas, pero está el factor X que no puedes reproducir. Eddie tenía esa chispa. Hace años lo vi en el Van Halen Reunion Tour y cuando tocó las cuerdas por primera vez me sentí de la misma manera que cuando era un niño de once años.
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