La ucraniana Yuliia Feihe (29) llegó a Berlín procedente de Odessa en 2014. Incluso entonces hubo luchas en su país de origen. Hoy el miedo es más grande que nunca: el miedo por su familia.
Yuliia llama a su madre todos los días. “Ayer estaba parada en la terraza y varios helicópteros militares pasaron volando por su casa”, cuenta la joven. No podía decir si eran ucranianos o rusos.
Muchos ucranianos, como la madre de Yuliia, reciben televisión tanto rusa como ucraniana. “Una versión diferente viene de ambos lados y el miedo se propaga de ambos lados”, dice el psicólogo de Wandlitz.
Le gustaría abrazar a su madre y traerla aquí. “Ella ya ha huido de Odessa a un pueblo a 200 kilómetros de distancia. Trato de persuadirla para que venga a mí todo el tiempo”, dice Yuliia.
Pero la esperanza de su madre es todavía demasiado grande de que la pesadilla pronto llegue a su fin.
Julia está preocupada. Fue testigo del comienzo del conflicto en 2014 cuando su ciudad natal fue bombardeada. 200 personas perdieron la vida en ese momento: “A la mañana siguiente tomé el autobús a la universidad. Vi gente muerta por el rabillo del ojo. No fueron disturbios, fue la guerra”.
La tensión en el país ya era alta en ese momento. “Estaba hablando en ruso frente a la universidad, y personas uniformadas se acercaron y dijeron que deberíamos hablar ucraniano porque estamos en Ucrania”, recuerda la madre de dos hijos. En Odessa, sin embargo, la mayoría de los ucranianos hablarían ruso.
Para Yuliia, su tierra natal se ha convertido en un lugar donde se juegan juegos de poder. “El ego de Putin juega un papel importante en esto”, dice ella.
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Su hermano menor Igor (24) pronto podría ser llamado al servicio militar. Ella sabe que él tiene sentimientos encontrados al respecto y, como otros ucranianos, quiere paz y seguridad desde el fondo de su corazón.
Luego, Yuliia Feihe dice: “Claro que pelearía por su mamá…”.