A los que cenan en la terraza del restaurante se les da un lugar bajo una red. “Ya he probado mucho; velas, café quemado, esos aparatos electrónicos, pero nada ayudó. Las avispas seguían llegando. Mientras visitaba la tienda, choqué con mosquiteros. Estos resultaron ser exitosos. Los clientes ahora pueden disfrutar de una comida agradable sin ser molestados por las pequeñas criaturas. Las reacciones de los clientes son muy positivas. Que sea acogedor, e incluso romántico”, dice Margherita. El origen de las avispas sigue siendo un misterio. “El verano pasado no vi ni una sola avispa. Sospecho que hay un nido en alguna parte con uno de los vecinos.