“Fue como si explotara una bomba”. Así recuerda mamá Faye el momento en que un trozo de la pared lateral del Boeing 737 Max 9 de Alaska Airlines desapareció repentinamente en pleno vuelo el viernes por la noche. El hijo de 15 años de Faye se sentó en la silla justo enfrente del enorme agujero, ella a su lado. “Lo agarré y seguí repitiendo: ‘Todo va a estar bien, todo va a estar bien’”.
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