Puede sonar duro, pero el hecho de que la final de la Europa League sea entre Eintracht Frankfurt y Glasgow Rangers puede ser malo para el fútbol alemán, pero es bueno para el estado de ánimo en toda Europa. La repetición de la semifinal de la Copa de Europa de 1960 -al final de la cual el Eintracht llegó a su primera final internacional- promete todo lo que el duelo con un club fundado en Fuschl am See, Austria, en 2009 no pudo haber dado.
30.000 aficionados siguieron al Eintracht hasta Barcelona en cuartos de final. Es probable que al menos otros tantos intenten inundar el Estadio Ramón Sánchez Pizjuán el 18 de mayo. Mucho que la sucursal de Leipzig Red Bull ni siquiera reuniría con generosas condiciones especiales. El partido en Glasgow lo demostró de manera impresionante.
El Rangers facilitó a los invitados de Leipzig 2.200 entradas para el duelo en el Ibrox. Eso corresponde a un buen cinco por ciento de la capacidad total del estadio. Realmente una broma para un juego de esta dimensión. Y, sin embargo, demasiado para el RasenBallsport Leipzig. El grupo sajón vendió poco más de 1.000 entradas. Pero esa no es toda la exposición: una marcha de fanáticos planificada y anunciada desde la céntrica St. George’s Square hasta el estadio fue cancelada con poca antelación. ¿La razón? Solo aparecieron una docena o dos docenas de excursionistas.
El equipo directivo de RB puede estar molesto por las constantes referencias a la historia del club, a la falta de oportunidades de cogestión para los aficionados, a la inexistente tradición y raíces en Leipzig. Son precisamente estas discusiones las que deberían haber enfrentado con más decisión que nunca cuando llegaron a la final de la Europa League.
Porque aquí está la cosa: Red Bull puede haber traído el tan esperado fútbol profesional a Leipzig con el “Rasenballern”, pero incluso después de diez años, RB Leipzig no es más que un buen pasatiempo. Un evento emocionante para llevar a los niños los fines de semana o reunirse con amigos los jueves por la noche. Pero el RB Leipzig es, y esta es también la opinión de muchos habitantes de la ciudad, no es un asunto del corazón. No es una pasión por la que te tomas tres días libres (o una baja por enfermedad) para explorar Europa sin dormir en hoteles y aeropuertos baratos. No es un club por el que el corazón late más rápido y sangra.
Así que solo puedes agradecer calurosamente a los Glasgow Rangers. Que salvaron al RB Leipzig del próximo juramento de divulgación en el escenario internacional. Que colorearán al Sevilla rojiblanco y blanquiazul junto al equipo de Fráncfort. Y que demuestren que el fútbol se alimenta de su tradición al fin y al cabo.