Menno lleva veinte años ayudando en las aldeas de cabañas. “Esto empezó cuando mis propios hijos no pudieron asistir debido a la escasez de voluntarios”, explica. Ahora dirige el campamento y es responsable de los primeros auxilios. “Es un año excelente en términos de pulgares azules, pero en un sentido positivo”, se ríe Menno. “Hasta ahora he visto un pulgar azul, dos martillos en la cabeza y tres clavos en un zapato. Mucho susto, pero poca sangre”.
A los niños les queda poco tiempo para disfrutar de la carpintería, porque la semana que viene el pueblo volverá a desaparecer, como las largas vacaciones de verano.