Los consultores de gestión son el principal grupo que se beneficia de la IA


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En una fiebre del oro, lo mejor es ser quien venda las palas. No es una observación nueva y ayuda a explicar por qué Nvidia, fabricante de chips que permiten la inteligencia artificial, ha surgido de la nada y ha alcanzado una capitalización de mercado de 2,6 billones de dólares. El siguiente mejor trabajo, al parecer, es decirle a todo el mundo cómo se deben utilizar las palas. Y aquí es donde entra en escena la industria de la consultoría, una de las primeras beneficiarias de la revolución de la IA.

Boston Consulting Group, por ejemplo, calcula que una quinta parte de sus ingresos este año procederán de trabajos relacionados con la IA. Sobre los ingresos del año pasado de 12.300 millones de dólares, eso ascendería a algo así como 2.500 millones de dólares. Accenture ha reservado 2.000 millones de dólares en proyectos relacionados con la IA hasta la fecha. No faltan ejemplos de consultores que se benefician de la fiebre del oro de la IA.

Esto refleja el problema fundamental de la IA. Las empresas tecnológicas están construyendo una enorme infraestructura. Goldman Sachs estima que se invertirán 1 billón de dólares en gastos de capital en los próximos años. Barclays calcula que, para 2026, las grandes tecnológicas tendrán capacidades computacionales equivalentes a 12.000 GPT de chat.

Sin embargo, las ideas sobre cómo se utilizará esta herramienta apenas están en el aire. Las preocupaciones sobre la precisión, la fiabilidad y la seguridad son parte del problema. Pero, en términos más generales, las empresas no están muy seguras de qué hacer con esta nueva herramienta.

Hay cierto movimiento. Las empresas de servicios que ofrecen herramientas basadas en IA son un sector en crecimiento. Datasnipper, que en febrero recaudó dinero con una valoración de 1.000 millones de dólares de Index Ventures, promete conciliar datos para auditores que utilicen IA, liberando talento para trabajos más gratificantes. Sin embargo, el líder de la industria, OpenAI, solo obtiene 3.400 millones de dólares en ingresos anuales, lo que pone de relieve la brecha entre la inversión y los retornos.

Para las empresas, adoptar la tecnología es una propuesta compleja. Comprar productos o servicios listos para usar ayuda a contener los costos y aumentar la velocidad, pero también está disponible para sus pares. A medida que aumenta la adopción, las ventajas de los pioneros en la reducción de costos se transferirán a los consumidores, especialmente en industrias que enfrentan una competencia feroz, como las telecomunicaciones o las aerolíneas. Otra complejidad es que los departamentos de recursos humanos, legales y contables pueden no estar dispuestos a ayudar a incorporar tecnologías disruptivas que pueden hacer que los trabajadores sean despedidos.

Esto crea un nicho para los consultores de gestión, cuyo trabajo será rediseñar organizaciones enteras para que la IA pase a ser parte integral de ellas en lugar de ser un complemento. La esperanza es que estas capacidades de IA den lugar a servicios diferenciados y nuevas fuentes de ingresos, que permitan a las empresas obtener un rendimiento de sus inversiones.

Parece una propuesta difícil, pero es una de las que depende la revolución de la IA. De lo contrario, el riesgo es que la tecnología no alcance su máximo potencial y destruya el valor para quienes gastaron en su implementación.

Aun así, es indudable que los consultores seguirán estando disponibles para ayudar a gestionar las consecuencias.

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