Los clanes árabes son el resultado de políticas de asilo equivocadas

Por Gunnar Schupelius

Hace ya 40 años no era posible detener la migración ilegal. Esto tuvo consecuencias devastadoras. Los políticos no aprendieron de los errores de entonces y los repiten hoy, afirma Gunnar Schupelius.

Alemania no puede poner fin a la inmigración ilegal, aunque la mayoría de los solicitantes de asilo no tienen derecho a recibir asilo.

Actualmente Berlín se ve especialmente afectada: de enero a agosto, más de 12.000 solicitantes de asilo cruzaron la frontera desde Polonia. Esto es un 168 por ciento más que el año anterior. El gobierno de Bielorrusia los introduce deliberadamente de contrabando.

Era muy similar hace 40 años. En aquel momento, la RDA ayudó con las cerraduras. Libaneses, kurdos y palestinos volaron con “Interflug” vía Beirut o Chipre hasta Schönefeld. Se les dio una visa de tránsito y no necesitaban pasaporte.

Desde Schönefeld, los inmigrantes fueron llevados en autobús al entonces paso fronterizo de Friedrichstrasse y partieron hacia Berlín Occidental. Llegaron a Hallesches Tor por la U6 y solicitaron asilo.

Sólo en 1983 llegaron a Berlín alrededor de 50.000 solicitantes de asilo. Sólo “uno de cada 250 solicitantes” es “reconocido como perseguido político”, escribió el periódico “Spiegel” el 21 de septiembre de 1986. Sin embargo, los solicitantes de asilo rechazados no fueron deportados, sólo el entonces líder del grupo parlamentario de la CDU, Klaus Landowsky lo exigió, pero no pudo lograrlo. En marzo de 1985, el gobierno federal pidió a la RDA que prohibiera la entrada por Schönefeld. Pero la RDA se negó.

A los libaneses, kurdos y palestinos a quienes no se les concedió asilo se les permitió permanecer en Berlín con tolerancia, pero no se les permitió trabajar. Ese fue el segundo gran error político después de no deportar. Porque ahora se desarrolló una sociedad paralela, de la que finalmente surgieron los clanes.

Según la definición de la Oficina Federal de Policía Criminal (BKA), un clan es una “subcultura étnicamente aislada” con una organización patriarcal que sigue su “propio sistema de valores” más allá de la ley alemana.

Hoy en día existen muchos de estos clanes, los cuatro más grandes llevan los nombres “Abou-Chaker”, “Miri”, “Remmo” y “Al-Zein”. Es una mafia que nunca antes había existido en Berlín. La policía y el poder judicial están teniendo grandes dificultades para controlar la delincuencia organizada grave.

Estas condiciones catastróficas son el resultado de una política de asilo equivocada e indecisa hace 40 años. Entonces, como ahora, Alemania fue víctima de la inmigración ilegal, controlada desde el extranjero, entonces desde la RDA y hoy, por ejemplo, desde Minsk. Ya están surgiendo nuevas estructuras de clanes, como ocurre con los chechenos en Brandeburgo.

Sería natural que los políticos en el poder aprendieran de los errores del pasado. Pero no hacen eso, repiten los errores del pasado. Las consecuencias para nuestro país serán significativas.

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