Puede que hayan dado forma principalmente a la imagen del country y el rock, pero para mí los Eagles simplemente hacen música estadounidense, y además, gran música. Es un milagro que una banda fuera capaz de asimilar tantas influencias, además del country y el rock, el soul, el R&B y el folk, y luego destilar un sonido tan genuino.
Y los Eagles eran una banda real. Después de uno o dos álbumes, Don Henley y Glenn Frey se convirtieron en uno de los mejores equipos de compositores de la música rock, pero todos aportaron material, pero sobre todo talentosas contribuciones musicales: Randy Meisner y Bernie Leadon, luego Don Felder, más tarde Joe Walsh y Timothy B. Schmit.
La primera canción que realmente me impactó fue “Take It Easy”. La letra, de Frey y Jackson Browne, podría haber venido de Merle Haggard o Willie Nelson, pero la instrumentación y la energía eran definitivamente rock. Y la combinación de ambos elementos era sencillamente inmejorable.
Hasta el día de hoy, no hay nada más brillante que el riff de guitarra de “Life In The Fast Lane”
Recuerdo interminables viajes por el país con mis padres. Una vez, mientras conducíamos por Texas de noche, la única estación de radio que pudimos escuchar fue una estación de onda media con pitidos que surgió de la nada. Pero entonces llegaron por el altavoz esos primeros compases fantasmales de “Hotel California”. Los Eagles me proporcionaron la banda sonora de tantos veranos.
Las melodías y armonías me parecieron inmediatamente familiares: “Desperado”, “Take It to the Limit”, “Tequila Sunrise” y “Best of My Love” se encontraban entre las mejores canciones pop jamás escritas. Y hasta el día de hoy, no hay nada más asombroso que el riff de guitarra de “Life In The Fast Lane”.
Cuando canté coros para Don Henley a principios de los 90, fue una experiencia casi surrealista. La reacción del público grabó para siempre en mi cerebro la relevancia de estas canciones.