Diez cantantes se paran en un círculo. Con los tonos reconfortantes de la tiorba, describen a un hombre de luto ante la tumba de su amada. Sus voces se elevan en desesperación cuando él la llama. Esto ya no es un concierto, sino un rito de duelo.
No hay lamento más hermoso que el de Claudio Monteverdi. Los cuatro madrigales de su ciclo. Setina, escritas tras la inesperada muerte de la cantante Caterina Martinelli, de 18 años, en 1608, forman el núcleo íntimo de esta actuación de los Nederlands Kamerkoor en torno al mítico cantante Orfeo. Son las únicas piezas que se cantan en menor número y con acompañamiento.
A diferencia de Orfeo, los cantores ordinarios no pueden detener el agua corriente ni acceder al reino de los muertos. Pero lo que el coro interpreta esta noche en Tivoli Vredenburg, con un repertorio desafiante y en su mayoría desconocido, es simplemente asombroso. La directora invitada eslovena Martina Batic ha acabado cada pieza a la perfección.
Como la reverberación de las campanas (‘ding dong’) en canciones de ariel, que el compositor Frank Martin dedicó al coro en 1950. O la pintura tonal de Pavle Merkù, quien, en el espíritu de Monteverdi, expresa un mar turbulento como una polifonía agitada. Puras y expresivas, las voces luchan entre sí en el multicapa de Hans Werner Henze. Orfeo detrás del alambre.
Aún más complejo: el montaje mágico de tararear, susurrar, cantar y retumbar en dos partes Canciones órficas (2016) del noruego Ørjan Matre. Un himno hipnótico y un sacrificio de sangre rítmicamente violento despiertan la curiosidad por el resto de las canciones.
Acto seguido se escuchan las suaves armonías de William Schumans. villancicos de la muerte (1958) predecible y uniforme, pero en la pieza final también convenientemente relajante.
Orfeo
Clásico
★★★★☆
Por el Nederlands Kamerkoor dirigido por Martina Batic. Con David van Ooijen (tiorba).
24/2, Tivoli Vredenburg, Utrecht. Gira hasta el 4/3.