Lautaro y la mala suerte: "Cero goles y muchas oportunidades, nunca se había vivido una noche como ésta. Y sobre la renovación…"

El argentino se quedó sin gol ante el Benfica: «¿El contrato a final de año? Eso espero, estoy muy feliz en el Inter»

Vincenzo D’Angelo

Hay veladas que empiezan mal, sin motivo alguno. Se percibe desde las pequeñas cosas, desde esos detalles que a la mayoría de las personas les parecen insípidos pero que en cambio dicen muchas verdades. Y ayer fue una noche de mala suerte para Lautaro Martínez, que marcó 9 goles en las primeras 7 jornadas del campeonato. Lo absurdo es que la luna negra golpee en la primera oportunidad útil después de la jornada del «Lautarissimo», en aquel partido fuera de casa en Salerno donde el Toro mostró todo el repertorio del superdelantero: 4 goles en el 27′, cosa para frotarse los ojos, para quedarse sin palabras. Más o menos como ayer, pero al revés: porque contra el Benfica el capitán podría haber jugado dos partidos consecutivos, pero nunca habría encontrado el gol. «Fue una noche así, un poco desafortunada, el balón no quería entrar – dijo Toro sonriendo -. Pero la victoria contó y estamos contentos. ¿La renovación antes de fin de año? Realmente lo espero». Estoy feliz aquí, lo he dicho siempre».

chispas

Son señales, poco se puede hacer. La primera parte de Toro fue de lucha y sacrificio, contra su compañero de selección Otamendi: quién sabe si a los dos – durante sus estancias en la Selección – les une una amistad o si se pasan el tiempo ignorándose. Seguramente ayer no se comunicaron entre sí: brazos agitados, entradas bruscas, continuos combates cuerpo a cuerpo. Y en los primeros 45′ Lautaro pareció acusar al otro argentino del maltrato científico. Casi sorprendido, porque es cierto que en el campo sólo cuenta la victoria, pero tampoco esperas ciertas provocaciones de alguien con quien te relacionas con cierta regularidad. Así, el nerviosismo prevaleció sobre la calidad, la mente quedó confusa y el pie, evidentemente, frío.

Ocasiones

El partido de Lautaro comenzó entonces tarde, con la chispa habitual que encendió San Siro: el venenoso disparo con la derecha desde fuera del cuello que pegó en el fondo del larguero en los albores de la segunda parte despertó el orgullo de Toro, que a partir de entonces A partir de entonces empezó a disparar desde todas las posiciones y en todos los sentidos, sin encontrar jamás la alegría de marcar. Pecador de egoísmo también, una vez no sirvió a Dimarco y otra desairó a Dumfries para golpear el segundo palo, con un potente zurdazo que se estrelló en el poste. Lautaro también fue amonestado por una dura entrada a Neves que luego recibió un empujón en la cara, pero no fue sancionado. Y luego Trubin le dijo dos veces no con los pies en tiros cerrados, y cuando Toro le pasó en la salida, fue el pie grande de Otamendi el que le negó la alegría de marcar. Nada mal, para el Inter y para Lautaro, todavía «hombre del partido»: es su nueva dimensión, imprescindible incluso cuando no consigue marcar.





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