Las relaciones entre mujeres no son solo hermandad idílica o competencia venenosa. ¿Prueba? La historia de la amistad entre Virginia Woolf y Katherine Mansfield


«LMe interesa la amistad entre mujeres» el escribio Virginia Woolf en su diario el 28 de noviembre de 1919. Como interesado en otro gran escritor de la primera mitad del siglo XX, catalina mansfieldun neozelandés trasplantado a Europa, fallecido el 9 de enero de hace cien años a la edad de 32 años, quien definió la amistad como una aventura, preguntándose también: «¿Pero estamos de acuerdo en el significado de la palabra aventura?».

Katherine Mansfield y Virginia Woolf (Getty Images).

sin rivalidad

No es casualidad que Sara De Simone haya escogido estas dos citas como exergo de Ninguno como ella. Katherine Mansfield y Virginia Woolf. Historia de una amistadensayo fascinante y muy documentado que, también a través de textos aún no traducidos en Italia, pone en la perspectiva correcta la relación entre dos autores centrales del canon del siglo XX, una relación en la vulgata erróneamente clasificada bajo el título de «rivalidad». Una obra que mezcla el rigor científico y la pasión narrativa porque por un lado De Simone tenía muchas cartas a su disposición (las de Katherine, conservadas por Virginia), por otro muy pocas (Mansfield tenía la costumbre de quemar toda la correspondencia)escasez que subsanó con el cruce de documentos y correspondencia de otros protagonistas de aquellos años.

No fue amor a primera vista

Woolf y Mansfield se conocieron en 1917 en Londres gracias a Lytton Strachey, gran amigo de Virginia en club de bloomsbury: el primer encuentro en verdad, señala De Simone, no es amor a primera vista. “Fue un enfoque progresivo. Al finalizar el año Katherine transitaba por los mismos círculos que Virginia, y era el centro de atención de la mayoría de sus conocidos y amigos» al punto que se convertirá en la primera autora impresa por Hogarth Press, la marca editorial fundada por Leonard y Virginia WoolF. Los dos son en realidad muy diferentes, a partir de los rasgos físicos, de la relación con el propio cuerpo y con eros, de los conocidos: Katherine viene de las colonias, tiene una vida salvaje, se encuentra en ciertos momentos para frecuentar libremente los barrios marginales de la sociedad y se siente observada y juzgada por la intelectualidad inglesa que Virginia representa en grado sumo.

La experiencia de la enfermedad.

Sin embargo, tienen mucho en común, empezando por sus intereses artísticos y culturales. Ambos, cuenta De Simone, tienen una relación cotidiana con la enfermedad y el sufrimiento físico: desde su juventud Virginia tuvo crisis nerviosas que la obligaron a guardar cama (se suicidó en 1941 a los 59 años), mientras que Katherine, incluso antes de la tuberculosis que le causará la muerte, padece diversas dolencias juveniles. Sin embargo ninguna como ella disipa ese velo depresivo y trágico que pesa sobre ambos desde hace mucho tiempo para resaltar, de ambos, la gran fortaleza de ánimo, la ironía, la capacidad de reírse de los demás y de uno mismo, esa fuerza vital, creativa, que se traduce en anteponer la escritura . «Y esto –dice De Simone– no era una afinidad como cualquier otra: lo era todo. Como participar en un ritual secreto, caminar sobre los mismos terrones de tierra incandescente, donde nadie más se atrevía a aventurarse».

Experimentadores literarios

Virginia Woolf (imágenes falsas).

«Finalmente la imagen, un tanto banal y arraigada en la imaginación, de dos escritoras que se han mirado de lejos, celosas, rivales, para centrar la atención en la relación entre dos grandes e importantes mujeres, cada una extraordinaria en sí misma y por mismo» dice Liliana Rampelloensayista y crítico literario que ha dedicado varios libros al escritor de Bloomsbury, entre ellos Virginia Woolf y sus contemporáneos (El ensayador). «Autores que caminan por el mismo suelo de la investigación y la experimentación literaria, que se enfrentan a la renovación radical de las estructuras ficcionales que caracteriza esos años y que tiene como protagonistas a autores como Proust y Joyce».

No hay duda de que hubo envidia y celos y De Simone lo demuestra ampliamente a través de sus cartas y diarios. «Pero lo interesante –continúa Rampello– es que finalmente se ve claramente que uno ha entendido la importancia del otro para su propia investigación. Descubrimos a dos mujeres que han pasado juntas mucho más tiempo de lo que pensábamos, que han cruzado espadas y al final han construido una relación de las más significativas de la historia de la literatura.

Un modelo para hoy

Katherine Mansfield (imágenes falsas).

Una vez despejada la polvareda, la relación entre los dos escritores emerge como modelo para la actualidad, dice Liliana Rampello: «Entender lo que significa ser dos, salir al mundo con el apalancamiento de otra mujer que nos admira y nos da el apoyo necesario. Destaca esta capacidad de mirar al otro, de no sentirse solo, de confiar en un sentimiento de reconocimiento, lo que De Simone llama un eco suspendido. Y cuando la admiración entre las mujeres reemplaza a la envidia, es una victoria muy importante para cada una de nosotras. Este es el fruto de la extraordinaria investigación de Sara De Simone, pero también de un legado que ha recogido, de un trabajo realizado en los últimos cincuenta años que ahora una mirada más fresca y nueva nos deja ver con la luz adecuada».

Admira a los forasteros

Se sabía que Woolf siempre había admirado a las mujeres outsiders como ella, que no entraban con la cabeza gacha en el mundo masculino, y la relación con Mansfield es consecuente con esta actitud. La profunda realidad de su vínculo proviene de «narrativas obsoletas para las que las relaciones entre mujeres son una hermandad idílica o una competencia venenosa», dice De Simone., que no construyó imágenes sagradas ni figurillas idealizadas. “Ambos tenían fallas importantes. También hay juicios muy negativos en los textos de ambos que han permitido una extrapolación arbitraria para construir una rivalidad que, sobre todo a cierta mirada masculina, conviene», prosigue Rampello.

Ahora bien, lo que uno puede imaginar está en una escena que, como concluye De Simone en el libro, con demasiada frecuencia no figura en la historia de la literatura: «La de dos mujeres -dos escritoras- que están en una habitación, y hablan de sus propios libros, y de los de los demás, y se ríen, y están de acuerdo, y en desacuerdo, y mirarse a los ojos, y temer, y admirarse. Y son amigos».

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