Las pegatinas climáticas pueden necesitar una declaración clara

Por Gunnar Schupelius

Los activistas viven sus fantasías de fatalidad a expensas del resto de la población. Eso no está permitido y no puede seguir así, dice Gunnar Schupelius.

Los activistas del grupo “Última Generación” no se dan por vencidos. A principios de semana volvieron a paralizar la carretera de la ciudad. Solo el martes, 140 policías estaban ocupados quitando las manos pegadas del asfalto. Los conductores desesperados estuvieron atrapados en el tráfico durante horas.

También el martes, los activistas climáticos activaron la alarma de incendios en el Reichstag, que luego lograron hacer de nuevo en la cercana Paul-Löbe-Haus.

Creen que están en resistencia. Creen que tienen que luchar contra el Estado y sus ciudadanos, que negligentemente están poniendo en peligro el futuro. “Dejé mis estudios”, dijo un activista en Deutschlandfunk. “Nada de esto tiene sentido si es el fin del mundo”.

Los adhesivos climáticos no solo creen en la ruina, sino que afirman que solo ellos salvarán el mundo. Su fanatismo tiene los peligrosos rasgos de una secta. Por tanto, consideran plenamente justificada la coerción permanente de sus semejantes. Por eso no rehúyen el sabotaje, como señalaron en el Bundestag.

Se trata de un objetivo superior con el que se sienten comprometidos. “Somos la voluntad de supervivencia de la sociedad”, escriben en su web (www.lastgeneration.de). “Aún nos quedan dos o tres años en los que todavía podemos salir del camino fósil de la aniquilación”, afirman, sin explicar cómo se produce este cálculo.

Su principio es el chantaje: si el gobierno no responde a sus demandas, siguen adelante. Piden una prohibición inmediata del gas, el petróleo y el carbón para calefacción, generación de energía y transporte. No explican cómo se supone que la humanidad sobreviva sin estas materias primas.

Los activistas se han sumergido en su mundo y llegarán mucho más lejos. Y mientras la ira hierve en la población afectada, el gobierno calla. En el reportaje hay mucha comprensión por parte de los periodistas, según el lema: “¡En realidad, tienen razón!”.

Lo contrario ahora sería cierto, las pegatinas climáticas necesitan un mensaje claro de que ninguna de sus demandas será discutida mientras coaccionen a sus semejantes y amenacen con sabotaje.

Cualquiera que viva sus fantasías de fatalidad a expensas de los demás debe entender que esto no está permitido. Esta protesta por las pegatinas climáticas tiene un efecto destructivo y pone en peligro la convivencia pacífica. ¡Para! Y con suerte podemos esperar que el poder judicial realmente condene los delitos penales como delitos penales.

La sensación se extiende como si el adhesivo climático se manipulara con guantes de seda. Eso no es un buen sentimiento.

¿Tiene razón Gunnar Schupelius? Teléfono: 030/2591 73153 o correo electrónico: [email protected]



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