En el encierro de 2020, muchos buscaron La plaga negra. Este clásico de la obra de Albert Camus sobre un brote de peste en Orán es al mismo tiempo un conmovedor cuestionamiento de la solidaridad. Esto último también se aplica a la recientemente publicada Crónicas de Argelia (1939-1958). La editorial Vleugels, especializada en sacar a la luz gemas literarias francesas ocultas, se atrevió a esta relativamente desconocida Crónicas argelinas desde 1958 para ser accesible al público de habla holandesa. La traductora Eva Wissenburg ha entregado un texto ingenioso y modesto, con un extenso epílogo. A su favor, el pensamiento original de Camus penetra sin problemas.
Sin dedo moralista
los crónicas contienen una selección de artículos y textos sobre la Argelia francesa del período 1939-1958. El hilo común en este diverso trabajo periodístico es el ojo agudo de Camus y su visión profundamente humanista de la práctica colonial. Los reportajes sociales que hizo como joven escritor y periodista en Cabilia en 1939 para el periódico progresista son apasionantes. República de Argel. Central a esto es la amarga pobreza en la que vive la población local. Sus descripciones de la hambruna le recorren el estómago, efecto que lograría más tarde el gran escritor argelino Mohammed Dib en su novela La casa grande (1952).
El hecho de que los textos de más de ochenta años todavía causen tal impresión se debe en parte a que Camus no levanta el dedo moralista por ninguna parte. Sus reflexiones sobrias, apoyadas en cifras, nunca son lejanas, precisamente por su forma empática de escribir. Limpia el suelo con el sistema colonial, pero también piensa en posibles soluciones que deberían seguir haciendo posible un futuro para árabes y franceses.
La colección muestra de manera conmovedora cómo la cuestión colonial desgarraba cada vez más a Camus. Este franco-argelino nacido y criado está convencido de que el colonialismo está superado, pero a través de su obra busca palabras que puedan conectar de forma permanente a la mayoría árabe y la minoría europea.
La ‘casualidad de la sangre’
Con el estallido de la lucha independentista en 1954, Camus acaba en un laberinto existencial. Es un escritor de fama mundial, pero ni siquiera el Premio Nobel (1957) ayuda. Su llamamiento a un alto el fuego civil se pierde en la explosión de violencia con la que se estrangulan el independentismo, el ejército francés y las milicias. Camus ha sido muy criticado por no haber elegido claramente la autodeterminación del pueblo argelino. Su declaración ‘Creo en la justicia, pero en lugar de la justicia defenderé a mi madre’ se hace eco de él. Que esta frase se refiera a su aversión innata a la violencia elude a los críticos.
En el crónicas Camus condena la tortura del ejército francés así como el terrorismo ciego del frente de liberación que inflige innumerables bajas civiles entre franceses y argelinos. Al respecto, escribe sobre la ‘casualidad de la sangre’ en la que cada uno señala el crimen del otro para exculparse. Como intelectual, Camus no está interesado en esto. Los argelinos no son solo asesinos; ni los colonos franceses son meros explotadores.
El tierno humanista se niega a elegir entre la izquierda moralizadora y la derecha patriótica. Sostiene que los argelinos y los franceses “no deberían morir por separado, sino que deberían vivir juntos”. Inspirado en Mahatma Gandhi, aborda el odio y los prejuicios simplistas que solo exacerban el conflicto. Continúa esta ‘tarea de desintoxicación’ hasta mediados de 1958. Para entonces, el conflicto está tan arraigado que decide no interferir más en el debate público. La publicación de la crónicas es su último grito de comprensión mutua y compasión.
La voz razonable
El mensaje liberal-humanista de esta obra contrasta con el virulento neomarxismo de Frantz Fanon en El réprobo de la tierra (1961). En el prefacio de esta ‘biblia del decolonialismo’, Jean-Paul Sartre justifica la violencia contra el gobernante colonial. A diferencia del intelectual parisino, Camus no cree en el poder creativo de los opuestos. No excluye a nadie, sino que busca soluciones que hagan justicia a todos los involucrados. Argelia se beneficia de una política de recuperación y no de penitencia. Solo si se hace justicia a todas las comunidades habrá futuro para el país norteafricano.
Camus no está del todo solo en su petición de solidaridad. Su compañero de generación Mouloud Feraoun, quien también escribió sobre la pobreza en Kabylie (Le fils du pauvre, 1950), también aboga por un diálogo. Pero el maestro y escritor argelino es asesinado en 1961 por extremistas coloniales. Y Camus muere en un accidente automovilístico a principios de la década de 1960. Con sus muertes, se extingue la voz razonable de que Argelia podría haber ofrecido mucho más en la independencia de 1962.
Tal como La plaga negra son los crónicas más actual que nunca. El trato con el pasado colonial adolece de un maniqueísmo despreocupado y moralista. En lugar de culpa y penitencia, la súplica camusiana de conexión humana debería ser más central. Ser crónicas en cualquier caso ofrecer buenas ideas.
Albert Camus: Crónicas de Argelia (1939-1958). Traducido del francés por Eva Wissenburg. alas; 175 páginas; 24,50 €.