Las amenazas a los políticos son espantosas y deben cesar I DVHN comentario

La revelación de las hijas de Sigrid Kaag de que temen por la seguridad de su madre deja en claro el alcance de la amenaza para los políticos en nuestro país en la actualidad. Esto debe acabar cuanto antes.

El hecho de que políticos y administradores estén siendo amenazados a gran escala parece ser algo de lo que pocas personas parecen ser conscientes en estos días. Pero el hecho de que las hijas de la viceprimera ministra y testaferro del D66, Sigrid Kaag, suspiren en una entrevista que esperan fervientemente que su madre deje la política en La Haya por temor a que le pase algo terrible, ha causado una onda expansiva.

Su llamado se produjo un día después de que el servicio de inteligencia AIVD advirtiera que unos cien mil compatriotas creen en la teoría de la conspiración de que Holanda está controlada por una élite malvada que es enemiga del pueblo. Algunos de estos extremistas no solo se oponen a los políticos y las autoridades, sino que también amenazan sin rodeos a jueces, periodistas y científicos. No respetan el orden jurídico democrático.

Esas intimidaciones no tienen efecto. Por ejemplo, a los partidos políticos les resulta cada vez más difícil vincular a la gente con ellos. Talento joven sabiamente gracias por el honor. ¿Quién quiere ser acosado por teóricos de la conspiración como agradecimiento por los servicios prestados en la administración pública? Un destino que, peor aún, afecta también a familiares y amigos.

¿Cómo llegó esto tan lejos? La respuesta a esa pregunta a menudo se conoce como la pandemia de corona, que aparentemente dejó a muchos aislados. La individualización de la sociedad, que a veces deja a las personas huérfanas, también jugaría un papel. Las almas solitarias que usan las redes sociales como una ventana al mundo resultan vulnerables a las teorías que se difunden allí. Tampoco ayuda que la política actual esté dominada por la desconfianza. La persona se juega. Esa aspereza parece saltar por encima de parte de la audiencia.

El hecho de que los ministros y parlamentarios apoyen a Kaag y lamenten su destino es encomiable. Pero no es suficiente. Los políticos deben trazar una línea clara. Amenazar a políticos y autoridades es repugnante y debe cesar.



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