Hay un número alarmante de ellos: animadores, enfermeros e incluso diáconos que, en los últimos años, han matado a ancianos residentes en residencias u hospitales flamencos con una sobredosis de insulina. E invariablemente, los asesinos de insulina más notorios (Ghislain Dusart, Kurt Dobbelaere o Ivo Poppe) se veían a sí mismos como buenos samaritanos que querían sacar a las víctimas de su miseria. “Aunque disfrutaron especialmente de ese poder supremo entre la vida y la muerte”, dicen los expertos.
Stefan Vanderstraeten
07-09-22, 17:27
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