El escritor es autor de ‘The Age of Surveillance Capitalism’ y profesor emérito de Harvard Business School
El 23 de abril, los legisladores de Bruselas aprobaron la Ley de Servicios Digitales, una importante ley destinada a frenar el poder de las grandes empresas tecnológicas. El DSA no es simplemente una monotonía procesal más en la cinta transportadora de palabras de la UE. Es un ajuste de cuentas audaz con la historia: la primera declaración integral de un futuro digital basado en la autoridad legítima de los derechos democráticos y el estado de derecho, y una señal de que los principios de un gobierno autónomo población podría sobrevivir al siglo digital.
Desde los albores de la red mundial a mediados de la década de 1990, las democracias liberales no lograron construir una visión política coherente de un siglo digital. Esto dejó un vacío donde debería haber estado la democracia, que rápidamente se llenó con un sistema de “capitalismo de vigilancia” basado en la extracción a escala industrial de datos generados por humanos.
El vacío era más profundo en los Estados Unidos. El primer marco normativo autorizado para “Comercio electrónico mundial”, presentado por el presidente Bill Clinton y el vicepresidente Al Gore en 1997, anunció que “las leyes y reglamentos existentes que puedan obstaculizar el comercio electrónico deben ser revisados y revisados o eliminados”. El marco cedió autoridad sobre “privacidad, clasificación de contenido y protección del consumidor” a “foros privados” autorreguladores no especificados.
Hemos tropezado con un futuro que no elegimos ni elegiríamos, en el que el orden cada vez más arraigado del capitalismo de vigilancia produce un desorden democrático cada vez más profundo. Y ha habido pocas leyes para detenerlo, hasta ahora.
Solo la autoridad legítima y los poderes legislativos de la democracia liberal pueden alterar esta trayectoria. El DSA está a la vanguardia aquí. Para el éxito de esta lucha es fundamental el reconocimiento de que esta legislación no es el final sino el comienzo de un resurgimiento democrático en varias etapas. ¿Qué se ha logrado y qué debe seguir?
Entre los aspectos más destacados de la DSA se encuentran los estándares que responsabilizan a las empresas tecnológicas por los daños sociales producidos por sus servicios y estipulan evaluaciones por parte de auditores e investigadores independientes. Hay nuevos requisitos de transparencia que obligan a abrir la caja negra de la extracción de datos y la ingeniería algorítmica, incluido el acceso para investigadores externos. También se han eliminado las lagunas en el contenido ilegal.
Estos avances señalan un cambio radical aún más profundo.
La DSA desmantela la narrativa de la inevitabilidad e invencibilidad de la tecnología. Todos pueden ver ahora que la historia de las últimas dos décadas fue siempre una sobre el poder, no el determinismo tecnológico. Y, de manera crucial, la ley afirma que la integridad de la información es esencial para nuestro dominio de comunicación en red. Ninguna sociedad puede sobrevivir cuando estos espacios están regidos por un régimen económico en el que la información corrupta ha demostrado ser buena para los negocios.
Con la DSA, la UE ha declarado que los espacios digitales pertenecen a la sociedad y son de misión crítica para una democracia saludable. Lo digital debe vivir en la casa de la democracia, no como un adversario, sino como un miembro productivo de la familia. Solo así el conocimiento, verdadero fruto de la era digital, finalmente será devuelto a las personas para enfrentar los desafíos que enfrentamos como familias, comunidades y habitantes de un planeta enfermo.
Sin embargo, no debemos celebrar antes de tiempo. Queda mucho trabajo por hacer. Mucho de lo que ocurre hoy en nuestros espacios de información es profundamente ilegítimo, pero debido a que no tiene precedentes, todavía no es ilegal. Los legisladores del siglo XX enfrentaron un dilema similar que requería nuevos estatutos de derechos, así como leyes para proteger esos derechos e instituciones para supervisar el estado de derecho independientemente de las presiones del mercado o los ciclos políticos. El siglo digital exige la misma amplitud de invención.
Los próximos capítulos del resurgimiento democrático contra Big Tech serán difíciles. Aunque el capitalismo de vigilancia es todavía relativamente joven, rápidamente desarrolló medios fiables de dominación. Pero las corporaciones no tienen todas las cartas.
Las encuestas muestran que la gente ha perdido la fe en los gigantes tecnológicos y quiere que los legisladores actúen. Y si bien la democracia puede ser antigua y lenta, disfruta de ventajas que son difíciles de rivalizar. Estos incluyen la capacidad de inspirar esperanza en los ciudadanos y miedo en los adversarios. Nos enseña que todo lo que ha sido hecho por la gente también puede ser deshecho a través de la acción democrática. Solo la democracia conserva la autoridad y el poder legítimos para crear y hacer cumplir el estado de derecho, basado en valores, ideas y principios preciados.