En cuanto a los síntomas de la enfermedad, ese problema, con la variante actual, es manejable. El punto más molesto para los patinadores es que las consecuencias siguen siendo las mismas; una prueba positiva significa la exclusión de la participación en el evento. “Debido a que los ciclistas de Rusia y Bielorrusia, entre otros, no fueron bienvenidos en la Copa del Mundo, se habilitaron habitaciones en el hotel de los atletas”, explica Jan Dijkema, presidente de la Unión Internacional de Patinaje (ISU). “Esas habitaciones están reservadas por personas que no están en nuestra burbuja. Se les pidió que cumplieran con nuestras reglas, como las pruebas diarias y el uso de una máscara, pero no estaban obligados a hacerlo”.
El contraste con la Beijing olímpica, donde los atletas y otros involucrados vivían en una especie de universo paralelo hasta hace dos semanas, difícilmente podría ser mayor. Es una situación difícil para la ISU, reconoce Dijkema. “Nuestras reglas son diferentes a las del país organizador. En este caso, fue Noruega, donde se lanzaron las medidas de la corona. En algún momento se borrará. Es imposible que los atletas comiencen con síntomas de enfermedad”.
La última competición de la temporada de patinaje se celebrará en Thialf el próximo fin de semana: la final de la Copa del Mundo. El Frisian Ice Temple se agotó durante dos días. “A los espectadores allí se les pide una prueba negativa, ese no fue el caso en Hamar. Tendremos más discusiones en los próximos días sobre los detalles exactos”.
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